Región

Comunicado conjunto de Letras, Enfermería y Derecho contra las acusaciones del Catedrático en Óptica, Pablo Artal

¡AY! ARTAL. Dar espacio a la desinformación y las acusaciones veladas contra la representación estudiantil es inadmisible, y lo que es mucho peor, confunde al estudiante y al ciudadano.

Habiendo conocido del artículo de opinión del Catedrático en Óptica Pablo Artal, publicado en el diario La Verdad y titulado ¡Ay! la universidad , del 31 de octubre de 2019, desde las delegaciones de estudiantes de Letras, Enfermería y Derecho han hecho público un comunicado dirigido a toda la comunidad universitaria ya que, tal y como indican, se ven en la obligación de dar una apropiada respuesta a las declaraciones que en él realiza, tal y como se puede apreciar en el manifiesto que han publicado en la comunidad universitaria".

En el documento conjunto de las delegaciones, los estudiantes denuncian que “cuando el señor Artal expone que las fiestas cuestan dinero a la universidad y que son intocables, no se trata sino de una sutil falacia, a la que respondemos en nuestro comunicado oficial aclarando que el dinero utilizado para su organización es el que las distintas delegaciones obtengan por sus propios medios ; que las tasas las fijan mediante consenso entre Vicerrectorado de Infraestructuras y de Estudiantes y se aprueban en Consejo de Gobierno que se pagan por medios electrónicos, los cuales aseguran que se realiza correctamente dicho pago; y que los estudiantes no perciben ninguna retribución”. Es más, matizan que “en caso de que no se obtenga la cuantía necesaria para el pago, este recaería sobre la representación estudiantil".

Las delegaciones se preguntan en el comunicado si “Artal sabe fielmente todo lo que hacemos , si conoce que la labor de representación es un voluntariado que, como explicamos en el manifiesto, no utiliza las fiestas patronales como elemento de presión; nos preguntamos, también, si sabe que no son los representantes quienes eligen al rector, sino todos los miembros de la comunidad universitaria (PDI, PAS, todo el estudiantado…), y que las fiestas no son ni de lejos el centro de las campañas electorales. El mismo Pablo Artal , que se presentó como candidato a rector en las pasadas elecciones, debería saberlo.

Añaden también el hecho de que las fiestas se componen principalmente de eventos culturales cuyo objetivo es acercar a los estudiantes, y al resto de la sociedad, las diferentes disciplinas", y que las “paellas” que se realizan en el recinto de fiestas de Espinardo no son sino el colofón final".

Los estudiantes reivindican el papel de las celebraciones patronales, aclarando que el propósito de festejar el Patrón es favorecer la convivencia, además de servir de acompañamiento a actividades culturales que, en ningún caso, podrían calificarse de “mediocridad, desidia y autocomplacencia”, tal y como afirma Artal.

Dar espacio a la desinformación y las acusaciones veladas contra la representación estudiantil es inadmisible, y lo que es mucho peor, confunde al estudiante y al ciudadano.

MANIFIESTO CONJUNTO DE LAS DELEGACIONES DE ESTUDIANTES DE LETRAS, ENFERMERÍA Y DERECHO 

Habiendo conocido desde las Delegaciones de Estudiantes de las Facultades de Le-tras, Derecho y Enfermería del artículo de opinión del Catedrático en Óptica Pablo Artal, publicado en el diario La Verdad y titulado ¡Ay! la universidad, del 31 de octubre de 2019,nos vemos en la obligación de dar una apropiada respuesta a las declaraciones que en él realiza. En dicho artículo, califica las fiestas patronales como una “manifestación de una infección profunda” en la universidad, un acontecimiento intocable que reporta beneficio económico a algunos y que cuesta dinero a la universidad. Lo cierto y verdad al respecto es que esas afirmaciones no son veraces ni completas, y el propio artículo denota en sí mismo una falta de comprensión de la universidad como institución de consenso entre PDI, PAS y estudiantado y es de destacar que, para mayor inri, esta falta de concienciación de la necesaria convivencia provenga de uno de los catedráticos más laureados en la universidad de Murcia.

En primer lugar, las fiestas sí se tocan. Tanto es así que la versión más reciente del Reglamento regulador de la organización de actos recreativos de pública concurrencia asociados a celebraciones Patronales de la Universidad de Murcia es tan reciente como el 12 de abril de este mismo año 2019. Además, como se lee en dicho reglamento, «la celebración de las fiestas patronales de los distintos centros de la Universidad de Murcia, realizada con el propósito de festejar al patrón o a la patrona o debida a algún otro acontecimiento conmemorativo, es un hecho tradicional y relevante para todas las facultades; sirve para favorecer la convivencia y el compañerismo, como lugar y mo-mento de reunión de estudiantes, docentes y personal de administración y servicios del centro, y actúa como elemento aglutinante de diversas actividades lúdicas y culturales».

Esto lo sabemos bien desde las diferentes delegaciones. En la Facultad de Letras, organizamos varias semanas de eventos culturales relacionados con las distintas áreas de conocimiento que englobamos a lo largo del año. En la Facultad de Enfermería, los dos últimos años también hemos organizado la Semana de la Enfermería, que alberga varios talleres sobre promoción de la salud, ponencias de referentes de la enfermería, actividades deportivas y sobre hábitos de vida saludable, entre otras, o en Derecho donde también organizamos eventos culturales con más de una treintena de charlas, conferencias y exposiciones cuyo objetivo es acercar a los estudiantes, y al resto de la sociedad, las diferentes disciplinas que conforman la Facultad. De esta manera, las “paellas” que se realizan en el recinto de fiestas de Espinardo no son sino el colofón final a sus respectivas semanas de eventos.

En segundo lugar, las fiestas patronales no se realizan con el objetivo de obtener beneficios ni se puede decir de ellas que sean deficitarias, o, por lo menos, no lo han sido hasta ahora. Se entiende mucho mejor esta idea cuando se da todo el contexto: que el dinero utilizado para su organización es el que las distintas delegaciones obtengan por sus propios medios –lo que se obtenga de la venta de entradas y, si lo hay, el remanente de años anteriores–, que los precios y tasas de uso del recinto son las que la propia universidad fija a través del Vicerrectorado de Infraestructuras, y que estos se pagan de manera efectiva través de medios controlados informáticamente que se aseguran de que se haga en forma y tiempo. Ese dinero remanente, de no emplearse en la organización de fiestas, se emplea en otros actos dirigidos hacia la propia comunidad universitaria, no en beneficio propio. En la Facultad de Enfermería, por ejemplo, se emplea cualquier dinero sobrante para becar cursos de formación impartidos por la Escuela de Prácticas Enfermera, o para actividades destinadas al beneficio académico de sus propios estudiantes, al igual que en la Facultad de Derecho se destina el excedente económico a co-financiar otras como, por ejemplo, las visitas de los estudiantes a las más altas instituciones europeas como el Parlamento o a instituciones nacionales como el Tribunal Supremo o el Constitucional.

Sería también conveniente explicar que es muy posible que sean ahora deficitarias por la subida de la cuantía de las tasas que para este curso ha realizado el Vicerrectorado de Infraestructuras, junto con el establecimiento de entradas nominales, aunque este déficit no sería tanto una pérdida para la universidad en sí, sino para los organizadores del evento –véase, las distintas delegaciones de estudiantes, y, por ende, los propios estudiantes que se ofrecen como representantes–. Se trata, pues, de una burda falacia que el déficit provenga de las fiestas. Podemos asegurar que esta subida de tasas no es consecuencia de las propias fiestas sino de alguna causa externa a ellas. Es más, de seguir la dirección actual que desde Rectorado se está tomando con respecto a las fiestas patronales es más que probable que la conclusión del proceso sea la eliminación de las mismas, y sin haber solucionado ningún problema económico que actualmente aflija a la universidad.

En tercer lugar, cabe destacar la falsedad de la afirmación de que se anulen eventos por su coincidencia con las fiestas, pues se establecen las fechas correspondientes de estas con antelación más que suficiente –antes del final del curso anterior, y a instancia del propio Vicerrectorado de Estudiantes– y se comunican en sus respectivas Juntas de Facultad para la mejor organización del curso académico. Sin ir más lejos, el pasado curso el calendario de fiestas de la Facultad de Letras–ya preestablecido y acordado des-de junio de 2018– se vio en peligro por la presión de Rectorado para asegurar el buen desarrollo de una visita altamente inesperada de Pedro Sánchez al Campus de Espinardo –visita que, finalmente, fue cancelada de manera igualmente sorpresiva y sin mayores explicaciones al respecto–, dejando a los estudiantes organizadores como cabeza de turco ante el descontento generalizado que dichos cambios de última hora supusieron.

Así pues, ni son las fiestas intocables, ni son deficitarias por naturaleza, ni hay por qué anteponerlas a eventos culturales. Es cierto, sí, que no son desde luego el mayor ejemplo de sostenibilidad, pero ese es un aspecto que ya se está tratando de resolver.

Peor aún, sin embargo, que la falta de comprensión acerca de las fiestas es la nefasta visión que se da de las delegaciones de estudiantes cuando, verdaderamente, se trata de un trabajo prácticamente voluntario, altamente costoso tanto a nivel académico como personal –son incontables las horas de esfuerzo que dedicamos–sin ningún tipo de compensación apropiada, y que se realiza con el único fin de fomentar la mejora de tanto de nuestros respectivos grados y facultades a pequeña escala como de la comunidad universitaria a nivel regional, además de ser también en parte defensores de la postura de la Universidad de Murcia a nivel nacional.

Al fin y al cabo son las delegaciones como representantes de los estudiantes en con-junto las que salen a la calle cada vez que los recortes o las reformas legislativas se ciernen amenazadores sobre el desarrollo de la calidad universitaria y la actividad docente e investigadora; son las delegaciones las que promueven las mejoras de los planes de estudios que, en muchos casos, están obsoletos, como ha ocurrido en el nuevo Grado en Ciencias Políticas, Gobierno y Administración Pública; son las delegaciones las que se encargan también de traer eventos nacionales a nuestra universidad, para darle pro-moción y situarla en el mapa como referente nacional, somos las delegaciones las que nos manifestamos en contra de las injusticias que se acometen cada día; son las delegaciones las que participan en la promoción de cambios y mejoras en la política universitaria y reglamentos; y son, en muchos casos, las delegaciones las únicas que luchan desde dentro por los intereses del estudiantado. Enfermería, por ejemplo, está en vistas a la renovación de un convenio donde, lejos de alcanzar un hospital vinculado más, teme perder la oportunidad de la realización de prácticas en hospitales de la región debido a la carencia de profesores asociados, clínicos y docentes.

En un artículo en el diario La Opinión, también de Pablo Artal, dijo que se necesitaba «gente joven con ganas, ilusión y que sean los mejores de cualquier parte del mundo; hay que renovar la plantilla, pero hay que hacerlo con cabeza», y no podemos sino preguntarnos si sabe que quienes luchan por estas medidas que él propone son aquellos a quienes critica diciendo que «Los rectores dependen de los representantes de los estudiantes para ser elegidos y una de las contrapartidas parece ser el mantenimiento de estos botellones». Nos preguntamos si sabe fielmente todo lo que hacemos, o que no son los representantes quienes eligen al rector, sino todos los miembros de la comunidad universitaria (PDI, PAS, todo el estudiantado…), y que las fiestas no son ni de lejos el centro de las campañas electorales –él mismo, que se presentó como candidato a rector, debería saberlo–. Nos preguntamos, también, si ha hecho en algún momento acto de aparición en manifestaciones de alto interés tanto para la universidad como conjunto como para los estudiantes en particular que quieren formarse –véase, por ejemplo, la manifestación por causa de las prácticas clínicas–, mientras que las delegaciones de estudiantes no dejamos de mostrar apoyo mutuo por esas causas, tan legítimas y justificadas y de carácter tan relevante, no tanto por los intereses que se tengan como por solidaridad mutua.

Consideramos por todo lo anteriormente expuesto, que era necesario contestar a las veladas y no tan veladas acusaciones que en ese artículo se realizan y esperamos que, a la vista de estas pruebas, no se produzca una extensión de la desinformación entre la comunidad intra y extrauniversitaria.

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