Fundación Aquae, la fundación de Hidrogea, analiza en esta infografía, por un lado, cómo afecta la crisis climática a la agricultura, a la disponibilidad y acceso de los alimentos e incluso a la seguridad alimentaria; y, por otro lado, las medidas que pueden adoptarse para minimizar este impacto, que será más drástico en los países con menos recursos de África, Asia, América Latina y el Caribe.
Si ahora el planeta está habitado por más de 7.700 millones de personas, en 2050 lo ocuparán unos 10.000 millones de personas, lo que requerirá un aumento de la producción de alimentos del 60%, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Un crecimiento demográfico al que hay que sumar la presión ejercida por la crisis climática, que provocará la disminución del rendimiento agrícola en un 10-25% para 2050, según el Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU.
En la infografía adjunta, Fundación Aquae enumera algunos de los efectos que la crisis climática ya está provocando en la agricultura, entre ellos, cosechas y productos animales más pobres, tanto en calidad como en cantidad, por el aumento de las temperaturas y los cada vez más frecuentes fenómenos meteorológicos extremos, como sequías e inundaciones. Un dato: la producción de trigo, remolacha y maíz podría reducirse en un 50% para 2050 en el sur de Europa, según la Agencia Europea del Medio Ambiente.
La diversidad biológica también se está viendo afectada, al mismo tiempo que asistimos a la desaparición de los hábitats y los alimentos de muchos insectos beneficiosos para la tierra y los animales. Otros efectos de la crisis climática son las lluvias intensas que provocan inundaciones, vientos huracanados e incluso pequeños ciclones; y la aparición de nuevas plagas de insectos que afectarán a la seguridad alimentaria.
Asimismo, el calor extremo reduce las aguas superficiales y agota los acuíferos; hace que la tierra y el agua se vuelvan más saladas; y provoca que el mar expanda su volumen, lo que amenaza la agricultura de las costas. Otra consecuencia es la reducción de la pesca y el aumento de la toxicidad de algunos peces. Todas estas circunstancias pueden originar una drástica reducción de los ingresos en el sector agrícola, lo que ocasionaría un abandono masivo de las tierras de cultivo. Algo que tendría graves consecuencias en países que dependen mayoritariamente de la agricultura, como Liberia, Somalia, Guinea-Bissau o la República Centroafricana.
«Si queremos garantizar la disponibilidad de alimentos para todos tendremos que adaptar los actuales sistemas y prácticas agrícolas para lograr un sistema alimentario más resiliente. Serán necesarios importantes cambios en la forma en la que se producen los alimentos, en la manera de gestionar la tierra o en las actividades económicas que se realizan en determinadas regiones del planeta», explica Mikel de Pablo, responsable de Proyectos de Fundación Aquae.