Se recomienda, especialmente a la población infantil, no circular por lugares infestados
La Dirección General de Salud Pública y Adicciones de la Consejería de Sanidad ha emitido una serie de consejos para evitar reacciones y alergias cutáneas causadas por la oruga de la polilla procesionaria del pino en algunas zonas de la Región.
La oruga procesionaria del pino, fase larvaria de la mariposa nocturna Thaumetopoea pityocampa, produce reacciones leves y pasajeras, si bien puede provocar efectos más graves en casos de personas alérgicas. Lo habitual son afectaciones aisladas, aunque la exposición a pinares con gran infestación durante el ciclo biológico de la oruga, entre febrero y abril, y la acción del viento pueden dar lugar a un mayor número de casos.
Por ello, además del necesario control anual por parte de los ayuntamientos en zonas públicas, que garantiza la neutralización del insecto en cerca de un 90 por ciento para evitar daños a los pinos, hay que prevenir posibles afecciones a las personas.
El director general de Salud Pública y Adicciones, Manuel Molina, recordó que para evitar el contacto con este insecto "es preferible no pasear por pinares infectados, y que tampoco lo hagan las mascotas durante los meses en los que la oruga desciende 'en procesiones' de los pinos entre febrero y abril-, y especialmente en días de viento".
En caso de detectar procesiones de este insecto, "hay que alejar a los niños y nunca molestarlas, tocarlas ni barrerlas -ya que se levantan miles de dardos urticantes-, ni remover la tierra en pinares o márgenes de éstos", agregó Molina.
Una medida preventiva es, para parcelas particulares, mojar la zona para fijar los pelillos de las orugas al suelo.
Entre otras recomendaciones, se sugiere evitar recoger objetos del suelo, piñas o leña de los pinares infestados o tocar los nidos de las orugas, que presentan apariencia de bolsas y suelen colgar de las ramas de los árboles infestados. En el caso de quienes residan en una parcela con pinos, se debe procurar no tender la ropa en el exterior durante los últimos meses del invierno y en primavera.
En los casos de exposición profesional, deben extremarse las medidas de precaución cuando se trabaje en pinares con esta plaga. Es importante exponer la menor superficie cutánea posible, utilizando prendas adecuadas como camisas y pantalones que cubran las extremidades y botas, además de gafas protectoras y mascarilla.
La oruga alcanza una longitud de 27 milímetros, con un cuerpo de color oscuro y recubierto de pelos y espículas. Se trata de una de las 5.000 especies de insectos lepidópteros de Europa.
Los pelos urticantes, con forma arponada -que les permite clavarse en la piel y en las mucosas-, y las espículas de la oruga son los responsables de su efecto nocivo, que se produce por contacto directo o a través del aire, ya que se desprenden con facilidad y pueden ser transportados por el viento.
Presenta dos mecanismos de acción: uno inmediato tóxico-irritativo, al clavarse los pelos y espículas en la piel e inyectar un veneno con liberación de histamina, y otro alérgico por exposiciones repetidas. En general, el primer mecanismo ocasiona cuadros de dermatitis y el segundo, urticarias generalizadas, disnea aguda, conjuntivitis, asma, rinitis y angioedema. En general, las lesiones se acompañan de intenso picor y tienden a desaparecer en pocos días.
El cambio climático, de inviernos más suaves, favorece su expansión con implantación en altitudes superiores a los 1.400 metros. Esta polilla supone una plaga en expansión, sobre todo en países mediterráneos, donde origina deforestación y patologías para el ser humano en su estadio larvario.
Reacciones leves y pasajeras
La población infantil es especialmente susceptible a la afectación por los lepidópteros, quizá por la curiosidad que les despierta, lo que les lleva a tocar las orugas, y también por jugar con la arena o vegetación que contiene a estos insectos.
La afección cutánea es la manifestación clínica más frecuente por la exposición a este insecto. También son habituales las manifestaciones oculares y, más raramente, los síntomas respiratorios. Las lesiones cutáneas se suelen localizar en las zonas expuestas: cuello y extremidades, muñecas, antebrazos y tobillos, aunque también es posible la localización en áreas cubiertas. Las palmas de las manos y las áreas interdigitales se afectan con mayor frecuencia en los niños, posiblemente por el contacto directo al jugar en terrenos infestados.
La naturaleza irritante de las larvas de Thaumetopoea es bien conocida desde la antigua Grecia, y existen referencias de que los romanos arrojaban a los reos en zanjas llenas de procesionarias como pena muy severa, si bien las primeras descripciones de la procesionaria del pino fueron realizadas por Reamur en 1736 y por Fabre en 1900.
Esta oruga está considerada como la mayor plaga de insectos defoliantes de los bosques de pinos de España y su extensión es considerable, con infestaciones más abundantes en la mitad oriental de la Península Ibérica.