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Mons. José Manuel Lorca Planes anima a Totana a vivir la fe con alegría y a ser protagonistas del amor

El obispo de Cartagena preside la misa en honor a Santa Eulalia, destacando su "extraordinario testimonio"

Totana vivió hoy, 10 de diciembre, un día de fiesta, devoción y acción de gracias en honor a su patrona, Santa Eulalia, con la celebración de la Eucaristía en la Parroquia de Santiago el Mayor, presidida por el obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes. La iglesia, completamente llena como es habitual en estas fechas cercanas a la Navidad y en medio del tiempo de Adviento, se convirtió en el escenario de una profunda expresión de fe y unidad del pueblo totanero.

El obispo dirigió un saludo entrañable a la comunidad parroquial, recordando que se cumplían cincuenta años desde su primera visita a Totana, medio siglo que —dijo— ha dejado “aventuras y tiempos inolvidables”. Extendió su saludo al alcalde, al ayuntamiento y a toda la corporación municipal, así como a la delegación de Santa Eulalia de Mérida, destacando la gran responsabilidad que tienen al custodiar el testimonio de fe de una santa tan joven como valiente.

El saludo institucional incluyó también a los sacerdotes concelebrantes: el vicario episcopal de la zona de Lorca, el vicario episcopal del Campo de Cartagena y del Mar Menor, varios presbíteros de pueblos vecinos y los religiosos presentes, especialmente el padre Pedro. De manera especial, tuvo palabras afectuosas para las Hijas de la Caridad, cuya labor quiso poner en valor, deseándoles a todos la paz de Dios.

Santa Eulalia, reflejo de la misericordia de Dios

En su homilía, Mons. Lorca Planes afirmó que la conmemoración de Santa Eulalia no es solo recordar a una joven —“prácticamente una niña”— que dijo al Señor “Cuenta conmigo”. Su martirio, señaló, ofrece uno de los testimonios “más extraordinarios” de que Dios es clemente y misericordioso, una misericordia que se extiende incluso a quienes le dieron la muerte. “Dios está cercano, Dios está con nosotros; esa es la mejor buena noticia”, subrayó.

El obispo recordó el Evangelio proclamado, en el que Jesús invita a negarse a sí mismo, tomar la cruz de cada día y seguirle, y añadió que este camino no es un peso, sino una llamada profunda a la confianza. En este tiempo de Adviento —expresó— se nos recuerda que Cristo viene a traer justicia y verdad, dos pilares que deben orientar la vida de los creyentes.

El Evangelio como buena noticia: la fe es un regalo que produce alegría

Mons. Lorca invitó a los fieles a preguntarse qué están dispuestos a ofrecer a Dios después de tanto don recibido. Insistió en que la fe no se obtiene por esfuerzo humano, sino que es un regalo de Dios que permite vivir con alegría verdadera. “Aunque parezca que la alegría no esté de moda, la alegría viene sola cuando uno ha conocido a Dios”, afirmó. La fe lleva a la esperanza y a confiar incluso contra todo pronóstico.

El obispo explicó que Dios quiere que seamos colaboradores activos en la justicia, la verdad y la paz. Y para ilustrarlo recuperó la visión profética de Isaías: el lobo pastando con el cordero, el niño jugando sin temor junto a la cueva de la serpiente… imágenes que representan un mundo reconciliado cuando el Mesías está presente. Sin embargo, Dios —subrayó— no impone esta armonía suprimiendo la libertad humana, sino invitando a cada persona a colaborar. “Él pone la meta; nosotros debemos caminar hacia ella con su ayuda”.

También advirtió de que el mal existe y hay quienes prefieren vivir según criterios propios y no según el Evangelio. Por eso el cristiano está llamado a ser luz en medio de situaciones complejas como la violencia, las guerras o el sufrimiento, confiando en que Dios actúa a través de quienes se abren a Él. “Si en el fondo de mi corazón está Cristo, sabré perdonar, ser paciente y misericordioso, y Dios podrá llegar al corazón de muchos a través de mí”.

La diversidad como riqueza y el compromiso por un mundo más fraterno

El prelado hizo hincapié en la necesidad de trabajar juntos por un mundo en paz, sin importar diferencias de ideología, manera de pensar o perspectivas personales. “No pasa nada por pensar distinto; es una riqueza en posibilidades”, señaló. Lo importante —dijo— es caminar todos hacia un mundo hecho “según el corazón de Dios”.

Recordó además que los mártires, como Santa Eulalia, no fueron valientes por amor al sufrimiento, sino por amor a Dios, que da sentido y seguridad incluso en la prueba. “¿Quién querría estar en su situación? Nadie. Pero la fe, cuando se pone en juego, impulsa a elegir el bien, la armonía y la convivencia”.

El amor esencial: nunca superficial, nunca débil

A continuación, el obispo profundizó en la naturaleza del amor verdadero, advirtiendo contra la cultura de “usar y tirar” que afecta incluso a las relaciones humanas. El amor auténtico —recordó citando a San Pablo— “disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites y aguanta sin límites. El amor no pasa nunca”.

Para ilustrarlo, relató la conocida anécdota de la Madre Teresa de Calcuta, cuando un periodista le dijo que él no haría su labor ni por un millón de dólares. Ella respondió con serenidad: “Yo tampoco. Lo hago porque este es Cristo y para mí merece todo el respeto del mundo”. Ese, dijo el obispo, es el amor que construye el Evangelio.

Añadió también la importancia de la fidelidad en el matrimonio y las promesas que los esposos se hacen en el altar —“en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida”—, recordando que lo esencial no se puede tratar como algo desechable, pues la vocación de amar implica fortaleza, entrega y perseverancia.

Vocación universal a la santidad y defensa valiente de la fe

Finalmente, Mons. Lorca Planes recordó que todos los cristianos —laicos, sacerdotes y religiosos— tienen la misma vocación: ser santos. Ser santo no significa ser débil, sino elegir cada día vivir las bienaventuranzas: la mansedumbre, la limpieza de corazón, la misericordia, la construcción de la paz.

Animó a defender la fe incluso cuando implique ser criticado o señalado. Y evocó las palabras del ángel a María: “Para Dios nada hay imposible”, una frase que —confesó— le ha acompañado siempre. Si nada es imposible para Dios, tampoco lo es para quienes trabajan por el bien en su nombre.

Totana: un pueblo de alegría, fe y unidad

Antes de concluir, el obispo destacó el espíritu totanero, “siempre ejemplar en cariño, fiesta y alegría”, presente incluso en sus tradiciones musicales como las habaneras y los boleros, que —dijo— reflejan un alma en paz y en armonía.

Pidió al Señor que los lazos de la fe unan a todos los totaneros para decir con fuerza: “Somos una familia, somos un solo pueblo: Totana”, y deseó a todos la bendición y la fortaleza necesarias para seguir viviendo con alegría la fe en este día tan especial.

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