Simone de Beauvoir, filósofa, profesora, escritora y activista femenina, amante del existencialismo y pareja de Jean - Paul Sartre llegaba a comentar y reconocer que la diversidad de opiniones e intereses presentes en toda sociedad era transigir con la mentira, mientras que luchar por la "verdad evidente" era lo propio de los ciudadanos virtuosos e incorruptibles. Tal "política de la verdad" es un legado bastardo de la Ilustración, que pensaba que nos podríamos librar de la política, la ruidosa actividad de alcanzar un orden social negociado, mediante la búsqueda de la verdad a cualquier precio. Edmund Burke y sus "Reflexiones sobre la Revolución Francia" (1790) ha encontrado continuidad en la denuncia del monismo ( todo se reduce en última instancia a materia y, nada es físico ni mental. Amantes de ello: Tales de Mileto, Parménides, Spinoza, Hume y Marx) .
Nuestra gran visionaria, nuestra judía americana, Hanna Arendt, sin embargo, hace de la verdad un absoluto que confronta con un "error· que califica de interesado y, por tanto de mentiroso. Al respecto, en 2009, el pueblo portugués prefirió oír que la nueva economía verde y la revolución de los transportes les llevaría a un futuro pletórico e hicieron oídos sordos al anuncio del colapso inminente de la economía. Se dejaron llevar por los cantos de sirena de la mentira en lugar de atender el desagradable mensaje de la verdad. Nos situamos ante "la mentira a la carta" al gusto de la audiencia y más tarde Sócrates tuvo que enfrentar la verdad y pedir el rescate económico de su país, en bancarrota, incapaz de pagar la inmensa deuda que tenía contraída.
Muchos han proclamado que la política y la verdad no se llevan nada bien. La mentira ha sido vista siempre, en éstos ámbitos, como una herramienta necesaria y justificable para la actividad no solo de los políticos y de los demagogos sino también del hombre de Estado. Alonso de Castrillo en su Tratado de República de 1521 y Maquiavelo en el capítulo XVII de El Príncipe ya hablarían de ello. Tanto Castrillo como Cicerón sostuvieron que el engaño era sumamente antipolítico pues quiebra la confianza entre gobernantes y gobernados, fundamento del orden social. El mismo Maquiavelo sostenía que, para conservar el poder, el engaño puede ser un medio adecuado en un gobierno autocrático. Sin duda alguna, las mentiras en la política democrática socavan la confianza entre gobernantes y gobernados propiciando una crisis de representación. Si Maquiavelo aconsejaba al déspota que no renunciara a la mentira, en la política democrática la mentira puede ser subversiva y aunque la política necesita de la ilusión y la persuasión, puesto que hay depositada en ella un anhelo de mejora, cuando estas se transmutan en engaño, despiertan el agravio y el odio haciendo a la democracia mucho más débil.
"El fin justica los medios" de Nicolás Maquiavelo ha anidado en España a plena cobertura, tanto en la sociedad como en nuestros políticos que proceden de ella. Los últimos gobiernos, tanto autonómicos como nacionales parece haberles gustado este doble juego como grandes gestores de la mentira. Llevan hace años haciendo el bachillerato y el graduado, con máster incluido, para poseer la titulación de profesores titulares en una nueva religión política que decide aquello que es bueno o no según las necesidades del momento. El mismo Tocqueville lo anunciaba ya hace tiempo "El futuro despotismo democrático dejará libre los cuerpos para apoderarse de las conciencias, degradando a los hombres, eso sí, de manera sibilina y sin atormentarlos". Sin duda alguna estamos en tiempos de eclipse total del mundo de la verdad la mentira ya no se esconde: se huele y se palpa. Deberíamos reírnos un poco cuando Kant afirmaba que "nunca es lícita moralmente, ni siquiera la filantrópica".
La democracia, desde la Transición, nunca ha estado vacunada contra la mentira y hoy, su lugar natural ocupa varios espacios: el mundo neoliberalista y el del social comunismo. No existe voluntad por unanimidad que pueda convertir lo falso en verdadero y lo verdadero en falso. La democracia ni puede ni debe decidir cuestiones de verdad o falsedad, todo lo contrario, "intentar acercarse a la justicia". Reflexionen por un momento quién y de verdad ha escogido el mejor camino: el que va con la mentira por delante o al contrario, el que sabe de la mentira, la tolera, la calla y no hace absolutamente nada por no ser señalado. Aquí, "Los intereses creados" de Jacinto Benavente se han quedado cortos. En breve, el próximo día 28, día de los inocentes, saldrán en muchas provincias españolas "manifestaciones en pro de la familia" no sólo contra el Desgobierno sino también "llevando in mente" a los políticamente correctos de todas aquellas autonomías cuyo logo principal lleva un ave "charrán". El impulsor de tal manifestación ha sido el murciano Alfonso Galdón, presidente del Partido de Valores, pero esta vez ha dejado las señas partidarias a un lado para que solo sean las familias, sin partidos algunos, los que den verdaderamente la cara.
Una vez más, sin intereses partidarios, primos hermanos del mundo de la mentira, será la sociedad civil la que salga a la calle. Qué duda cabe que, los unos y los otros, naranjas, rojos, azules, verdes, morados, se han encorsetado de lleno en los mundos de los que hablamos.
Simplemente decir que, seguimos reconociendo el derecho a mentir y se niega el derecho a decir la verdad. La mentira es un derecho y la verdad es un delito. Los silencios y los intereses van a la sombra también de la pura mentira. Es por tanto que la mentira se ha convertido en un derecho fundamental, aún más, la mentira halaga y la verdad exige. Buen lema para esta noche, Nochebuena, ante mi discreto belén acudiré a los cielos, como cristiano que soy, para que todos pidamos a los Reyes una máquina de la verdad, un detector de verdades.
Feliz Noche en familia y que Dios nos ampare.
MARIANO GALIÁN TUDELA.