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18.000 estudiantes de la UOC se gradúan en una ceremonia híbrida y original que combina presencialidad y virtualidad

Barcelona, Madrid y Zoom, las tres sedes de la próxima graduación UOC para dos promociones en pandemia

Con perfiles, edades y nacionalidades diferentes, los graduados comparten el mismo espíritu de superación

18.000 alumnos y alumnas de la UOC, que conforman las dos promociones de la pandemia, se gradúan las próximas semanas en una ceremonia marcada por su carácter híbrido. Por primera vez en la historia de la UOC, y en el marco de la conmemoración de su 25.o aniversario, al acto de graduación podrá asistirse presencialmente en Barcelona (5 y 19 de febrero) y en Madrid (7 de marzo) o conectarse vía Zoom.

Las restricciones provocadas por la pandemia están cambiando las dinámicas de los eventos presenciales para que tanto las personas que se encuentran físicamente como las que se conecten vía Zoom puedan participar e interactuar más allá de seguir el evento en línea. Así, los estudiantes que se encuentren en el acto presencialmente recibirán una bolsa con birrete, una lámina conmemorativa y cinco emoticonos que utilizarán durante el evento, igual que los asistentes virtuales a través de Zoom, que también podrán emular la puesta de birretes gracias a un mecanismo especial. Una de las partes centrales de este acto es el testimonio de los graduados: en esta ocasión, habrá intervenciones presenciales y virtuales. Al resto de graduados de estas dos promociones se les propone grabarse explicando en treinta segundos qué significa para ellos graduarse.

Uno de los elementos centrales es el Gaudeamus igitur. Este año, en el marco de la celebración del 25o aniversario, la comunidad UOC ha convertido el tradicional himno académico en un concepto rompedor y vanguardista en forma de vídeo. Diversos drones han captado imágenes de varias ciudades del mundo, conectando de manera metafórica la esencia de los estudiantes de la UOC: unidos en un mismo campus desde múltiples lugares del mundo.

Historias de superación y éxito

La UOC cuenta con más de 95.000 graduados y graduadas, residentes en más de 100 países diferentes. Su perfil personal y académico es bien diverso, pero todos tienen un nexo común: el espíritu de esfuerzo y superación para formarse en línea. Son muestra de ello estas cinco historias de estudiantes que participarán en los próximos actos de graduación.

Ocho semestres de estudio, diez países diferentes

"En tan solo ocho semestres, la UOC y yo hemos estado juntos en diez países, cuatro empresas y seis puestos de trabajo, y hemos dado cinco grandes pasos profesionales y personales. Ha sido mi gran compañera de viaje: hemos demostrado juntos que nuestra universidad puede formar analistas, supervisores, directivos y profesionales técnicos del máximo nivel, que trabajan en empresas líderes y que lideran dentro de estas; que con esfuerzo y hambre de superación cualquier compañero o compañera puede soñar, y que los estudios en nuestra universidad les permitirán llegar donde se propongan", afirma Enrique Aguirre. Dio el salto de una pyme a vivir una primera experiencia internacional en Varsovia, en US Bank: "Un titán bancario con más de 60.000 empleados, en el que entraba por una pequeña puerta, con un ciclo formativo superior y hambre de mucho más. En un entorno tan competitivo, me di cuenta de que necesitaba ampliar mi formación universitaria, y me decidí por la UOC por el prestigio que transmitían sus alumnis y la posibilidad de compaginarla con mi día a día", comparte este graduado en Administración y Dirección de Empresas.

Asegura que "me dio herramientas para, en menos de dos años, ascender en tres ocasiones y recibir, antes del ecuador de mi grado, una oferta para trabajar en las finanzas cuantitativas, un sector que siempre vi como una aspiración". Trabajó como responsable de riesgos financieros en una fintech europea, Kantox. Pero ahí no acabó la carrera meteórica de este entonces estudiante: "En los últimos trimestres de formación recibí una oferta de Glovo, que contó conmigo para liderar una de sus áreas de riesgos financieros y operativos". Todo este progreso académico y profesional "transformó mi manera de ver las cosas y la confianza en mis posibilidades. Esta transformación me hizo soñar más grande y mirar más alto, y me llevó a perseguir uno de mis sueños de juventud: ser controlador aéreo". Lo consiguió. Para él, su paso por la UOC es, sin duda, "una de las claves de quién soy hoy".

Formarse para superar la crisis

La crisis de 2008 arrasó con muchos sueños, como los de Jesús Martín y su pareja. Eran socios de una pequeña empresa familiar del sector metalúrgico que los llevó a la ruina. Tenían que volver a empezar. "Cinco años después, en 2013, y tras superar unas oposiciones a la Diputación de Girona, pusimos la primera piedra para rehacer nuestro proyecto familiar. Tenía entonces 39 años y entendí que mi futuro estaría ligado a una buena formación. Inicié los estudios de Derecho y, cuatro años después, me siguió mi pareja", explica Martín. Más rápido de lo que nunca imaginó, se promocionó en su trabajo: "En enero me graduaba y en septiembre se convocaron unas oposiciones. Sin duda, mi formación en derecho fue determinante para conseguirla".

El conocimiento adquirido y el crecimiento profesional no es lo único que Martín y su familia han conseguido gracias a los estudios: "Conocimos la llamada ley de la segunda oportunidad, tan necesaria como olvidada, que nos permitió pasar página definitivamente en cuanto a la quiebra de la empresa, con la cual obtuvimos la exoneración de las deudas. Ha sido un procedimiento costoso, de tres años, y que gracias a la formación que hemos ido adquiriendo hemos podido gestionar personalmente en su mayor parte". Su hijo Dani se acaba de matricular en la UOC de Diseño y Creación Digitales. "Para nosotros los estudios han supuesto un crecimiento personal en todos los ámbitos. Hoy, la autoestima y la creencia de que el esfuerzo tiene recompensa forman parte de nuestro ideario", afirma.

El patriarcado le negó los estudios y hoy, con sesenta años, se titula en ADE

"Soy la única hija de una familia modesta. Éramos cuatro hermanos. A mí me gustaba mucho estudiar, sobre todo las matemáticas, para poder razonar y encontrar soluciones a los problemas. Pero cuando acabé EGB mis padres querían que fuera a trabajar. Para ellos las chicas no debían estudiar, porque después se casaban y no les servía de nada", explica Maria Lluïsa Cornellà, graduada en Administración y Dirección de Empresas, que hoy tiene sesenta años. "Yo me rebelaba contra este argumento. Trabajaba los fines de semana y calculé que ganaba suficiente dinero para ir a hacer un módulo de FP. El bachillerato hubiera sido mi ilusión, pero en mi pueblo no había instituto y teníamos que desplazarnos.

El autobús de FP era gratuito, pero no el de bachillerato. Mis padres claudicaron porque no les suponía un gasto económico". Cornellà creyó que su éxito —¡obtuvo el diploma de mejor alumna del instituto!— haría que sus padres estuvieran orgullosos y la dejaran estudiar el bachillerato. No fue así: "Sus palabras fueron: '¿y de qué te servirá?' Rompí mi diploma, tiré la toalla y me fui a trabajar a una fábrica. Tenía a mis padres contentos: podían destinar sus ahorros a que mis hermanos varones pudieran estudiar. Pero siempre me quedó el gusanito".

Cuando sus hijos crecieron, recuperó su sueño: hizo el curso de mayores de 45 años. Hacía tres décadas que no estudiaba, pero superó el curso y se animó a lanzarse al mundo universitario. Se matriculó en la UOC: "Al principio, pensaba que mientras fuera aprobando con un 5 ya hacía suficiente, pero a medida que mi trabajo se veía recompensado con notas más altas, cada día dedicaba más esfuerzo. A tiempo parcial, porque sigo trabajando a tiempo completo y cuidando en casa a mi suegro con demencia, pero con dedicación he conseguido cumplir mi sueño", asegura.

Éxito tras una carrera larga y llena de obstáculos

"Padezco una grave discapacidad física degenerativa (distrofia muscular congénita) que me hace ser muy dependiente de terceras personas para mi autocuidado y que, en un principio, me añadía muchos obstáculos para desplazarme a una ciudad lejana de casa sin asistencia social. Pero soy una persona valiente y luchadora que no deja de superarse día a día. Tenía muy claro que tenía que estudiar en la universidad, tener un oficio para adquirir más autonomía personal y económica y no depender tanto de ayudas del Estado", afirma Montserrat Grau. Así que, en el curso 2005-2006, inició su historia con la UOC, que acaba con final feliz, quince años después: "Han sido años llenos de entusiasmo por conseguir el sueño de ser psicóloga".

A Grau la han motivado "el deseo de ser útil a la sociedad y poder aportar mi grano de arena para retornar todo lo que he recibido y recibo en ayudas sociales. Hoy, con el grado acabado, me he topado

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