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Internet también puede ser un espacio de compromiso político para los jóvenes

Un estudio investiga cómo la educación social digital puede empoderar a la juventud y fortalecer su compromiso cívico y su implicación política por medio de internet

La pandemia de la COVID-19 ha subrayado la existencia de la brecha en el acceso digital, que se podría salvar con una alfabetización digital universal

Contra las noticias falsas (fake news), pedagogía y sentido crítico. Y contra la ideología de los algoritmos, sentido de la orientación digital. Esta es la manera de asegurar que internet siga siendo, también en manos de la población joven, un espacio para el compromiso cívico y político. Es una de las conclusiones del informe Educación social digital: una revisión sistemática, publicado por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), según el cual la educación social digital es una herramienta cargada de futuro, que contribuye a la inclusión y al empoderamiento de la juventud y que, a su vez, fortalece el compromiso cívico y los principios democráticos de la sociedad.

«Se trata de ver de qué manera las herramientas digitales que tenemos al alcance ahora mismo pueden ayudarnos a posicionar a los jóvenes críticamente, incluso ante esas mismas herramientas», dice Daniel Aranda, subdirector de investigación de los Estudios de Ciencias de la Información y de la Comunicación de la UOC, que puntualiza que el estudio apenas concluye su primera fase: la investigación continuará a lo largo del próximo año y medio.

La investigación Educación social digital: juventud, ciudadanía activa e inclusión, financiada por el programa Generación de Conocimiento de la Agencia Estatal de Investigación, está firmada, por parte de la UOC, por Pedro Fernández de Castro, estudiante del doctorado de Humanidades y Comunicación; Segundo Moyano, profesor e investigador de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación, y el propio Daniel Aranda , así como Víctor Sampedro, de la Universidad Rey Juan Carlos. La investigación se centra en tres puntos clave: la noción de ciudadanía en la era digital (concretamente, la participación digital de la población joven), el nivel de alfabetización en el entorno digital y el impacto de la educación digital en términos de inclusión social y empoderamiento juvenil.

«El acceso digital no puede ser un privilegio, sino que debe entrar en una lógica de derechos», enfatiza Segundo Moyano. «Democratizando este acceso se incrementa la posibilidad de participación social y política», añade. El estudio pretende, por tanto, rastrear y describir los usos actuales de las herramientas digitales, pero también sus posibilidades de futuro, tales como dar visibilidad a varias minorías sociales.

En ese sentido, los investigadores exploran tres aspectos: de qué manera los usos de internet pueden fomentar una ciudadanía activa que participe en política, el desarrollo de una pedagogía crítica en el entorno digital y el establecimiento de pautas para la educación social digital. Esta vez, pues, la población joven es tanto el sujeto de estudio como la receptora de la pedagogía crítica que pudiera resultar de él. Según Moyano, se trata de incorporar «otras miradas» al campo de la educación, de poner la educación social digital al servicio de la comunidad educativa: que sea «una herramienta de análisis crítico para con la propia sociedad digital».

Los usuarios tecnológicos del futuro

Para conocer el estado de la cuestión, Fernández, Sampedro, Moyano y Aranda han llevado a cabo una revisión sistemática de la literatura científica producida en los últimos cinco años sobre ciudadanía, y alfabetización y educación sociales, y se han fijado en la vertiente digital. Saber dónde estamos es crucial para vislumbrar cómo serán los usuarios tecnológicos del futuro. Según las conclusiones de los investigadores, podrían ser o bien competentes en herramientas digitales, pensando solo en el mercado laboral de una «sociedad posdemocrática dominada por corporaciones»; o bien «nómadas digitales», individualistas y superficiales, en una nueva economía capitalista, o bien integrantes de una «acción colectiva», en la que las instituciones sean espacios para explorar nuevas formas de convivencia «más equitativas y sostenibles».

Este tercer futuro posible, más cívico, es el que se acerca más a los objetivos planteados por los investigadores. «El efecto narcótico y la capacidad de manipular que solemos atribuir a las tecnologías digitales tiene que ver también con la configuración política, social y económica de la sociedad en que vivimos», afirma Moyano. «Por eso la educación social (digital) sigue siendo una poderosa herramienta para establecer posiciones críticas».

El impacto de la COVID-19

De hecho, según los autores del informe, el confinamiento global motivado por la pandemia de la COVID-19 —que ha obligado a las instituciones educativas a adaptarse de manera acelerada al trabajo en línea—, no ha hecho más que demostrar la importancia de un programa de alfabetización digital que no deje a nadie atrás. En ese sentido, concluyen, la educación social digital puede contribuir a reducir la brecha de acceso digital y empoderar a los sectores más vulnerables por cuestión de género, clase social o etnia.

A lo largo de los próximos dieciocho meses, analizarán también, entre otros aspectos, una inquietud que Aranda pone sobre la mesa: «se están implantando plataformas digitales en el mundo educativo sin conocer ni la ideología de estas plataformas, ni sus modelos de negocio, ni las implicaciones que pueden conllevar». La investigación sigue abierta.

Esta investigación de la UOC favorece los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) 4 (educación de calidad) y 10 (reducción de desigualdades).

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