El director general de Bellas Artes y Bienes Culturales, Enrique Ujaldón, acompañado por el director del Centro de Restauración de la Comunidad Autónoma, Francisco López Soldevila, entregó hoy la imagen restaurada del Niño de Mula a la Hermandad del mismo nombre, en un acto que tuvo lugar en la ermita de Balate.
La talla, debida al escultor José María Ponsoda, ha sido objeto de una minuciosa labor de restauración, debido a su deterioro. La obra presentaba algunas intervenciones anteriores, repintes en las zonas más desgastadas, como manos, pies y cuello. Las estofas tenían también repintes repartidos por diferentes puntos. Además, mostraba un barniz muy fuerte y brillante y, sobre el mismo, una fina pátina de suciedad formada por polvo y grasas. Se apreciaban también pequeñas fisuras y piezas mal encoladas, como algunos dedos. El importe de la actuación ha sido de 12.000 euros.
La imagen actual es obra del escultor José María Ponsoda Bravo y data de 1940. La original debió ser obra del siglo XVII, ya fuese la que, según la tradición, el propio fray Pedro Botía viese en casa de la Duquesa de Alba y ésta le cediese, o bien la que mandara realizar “a un buen artista” de forma expresa para colocarla en el santuario. A juzgar por las fotografías conservadas, y teniendo en cuenta los datos que sitúan su hechura hacia 1680, la imagen original era una escultura barroca del Salvador Niño, similar a la muy notable escultura del Niño Jesús efigiada por el cordobés Francisco Dionisio de Ribas en 1644, y conservada en la iglesia sevillana de San Juan de la Palma. En todo caso, la imagen fue destruida durante la Guerra Civil, y en 1940 se encargó una réplica al escultor José María Ponsoda.
Ponsoda nació en Barcelona en 1882 y falleció en Valencia en 1963. Se inició en el taller del barcelonés Torrás, pero con 18 años se trasladó a Valencia, trabajando con Damián Pastor. Establecido ya por cuenta propia, tras la Guerra Civil realizó numerosísimos encargos destinados a reproducir o reemplazar imágenes destruidas a lo largo de la contienda en toda la zona de Levante.
Historia del Niño de Mula
La devoción al Niño Jesús de Mula se basa en la milagrosa visión de la que disfrutó, en 1648, el joven pastor Pedro Botía quien, afligido por la epidemia de peste que por aquel entonces sufría la zona, y encontrándose pastoreando en el paraje de Albalat (El Balate), vio un hermoso Niño vestido a lo nazareno que le ofreció su consuelo y le llamó a seguirle. Pedro Botía ingresaría en la Orden Franciscana y años después promovería, bajo la protección de don Juan de Austria, la fundación del Real Monasterio de la Encarnación de monjas clarisas, en Mula. En memoria de la milagrosa aparición, origen de su vocación, promovió la fundación de una ermita dedicada al Niño Jesús en el paraje de El Balate, donde ocurrió el prodigio.