La Concejalía de Cultura junto al Cabildo de Cofradías de Fortuna aúnan esfuerzos para lograr la declaración de la Semana Santa de Interés Turístico Regional, según se acordó en una reunión celebrada el pasado mes de enero, en la que ambas parte manifestaron su gran interés por conseguir este reconocimiento.
Según declaraciones del Concejal de Cultura, Miguel Romero Valera, “desde el Ayuntamiento se está apoyando esta iniciativa, aportando todos los medios técnicos y humanos necesarios desde hace ya varios meses, por la importancia que supone obtener este distintivo tanto en el ámbito cultural como turístico”.
Igualmente, el presidente del Cabildo de Cofradías, José María Torralba Pizarro, apuesta por obtener la declaración, pues según sus palabras “La Semana Santa de Fortuna se caracteriza por las procesiones, por su fervor y brillantez, superadas cada año por el interés y entusiasmo de los cofrades”.
Y es que, son muchos los visitantes que acuden en estos días a presenciar las procesiones desde su comienzo el Domingo de Ramos. En Jueves Santo tiene lugar la procesión del silencio, bajo un escenario de penumbra y un silencio sólo roto por los golpes del tambor.
Es de resaltar la belleza de las imágenes, y la recuperación de tradiciones, como es el desfile de las Damas de la Virgen, también conocidas como “las Basquiñas” o más popularmente “las pavas”. Así se llama a las mujeres que salen en procesión representando a aquellas que allá por el siglo XVIII, y tras haber contraído matrimonio, salían en promesa acompañando a la Virgen de los Dolores en la mañana del Viernes Santo, vestidas con su traje de novia, absolutamente de negro, agradeciendo de esta manera el hecho de haberse desposado y pidiendo a la Virgen su bendición.
Será el viernes por la noche cuando las manolas salen en señal de duelo acompañando el cuerpo yaciente de Cristo, para su entierro en la ermita de San Antón, donde se vive la triste despedida de la Madre y el Hijo.
Entre carretillas y petardos, en un desorden de alegría muy particular, se celebra la “Noche del sábado de Gloria” para avisar al pueblo de la resurrección de Jesucristo, como acto previo a la procesión del Domingo de Resurrección, que destaca por la grandeza del encuentro. La virgen dejará su manto negro y el puñal de su corazón que ha ido portando en estos días como símbolo de dolor, para vestirse de alegría y esperar a su hijo resucitado. En su encuentro se arrojan palomas que asemejan ángeles portadores de la paz y se procede al tradicional “baile de la bandera”, contagiando la alegría entre los fortuneros.
El lunes de pascua se vive en torno a la Cueva Negra y las casas de campo, para comerse la “mona de Pascua”. Una tradición que viene de siglos, donde familiares y amigos, portando sartenes y viandas, y el aderezo de la bota de vino, se dan cita incluso en el interior de la cueva, donde se refugian si el día no es todo lo primaveral que se desea.
Así es como los fortuneros revitalizan la vieja tradición de aquella ceremonia de la comida que se efectuaba en época de los romanos al inicio de la primavera, como forma de encomiarse a los dioses que tutelaban los baños termales, cuyos relatos aún se recogen en los “tituli picti”.