La vida digital forma parte del día a día de los adolescentes. Redes sociales, mensajería, videojuegos y plataformas online no son solo herramientas tecnológicas, sino espacios donde construyen identidad, relaciones y autoestima. Sin embargo, muchas familias se sienten desbordadas cuando intentan acompañar a sus hijos en este entorno.
Para Elvi Barrios, psicóloga especializada en adolescencia y creadora del proyecto Surfeando la Adolescencia, el mayor reto no es la tecnología en sí, sino cómo los adultos se posicionan ante ella.
“Acompañar la vida digital de un adolescente no significa vigilar cada paso, sino estar presentes emocionalmente y disponibles para conversar”, explica.
Desde su experiencia trabajando con adolescentes y familias, Barrios comparte algunas claves fundamentales para acompañar esta etapa sin caer en el miedo, el control excesivo o la desconexión.
Estar presentes sin invadir
Uno de los errores más frecuentes es confundir acompañamiento con supervisión constante.
“Los adolescentes necesitan sentir que confiamos en ellos. La presencia adulta debe ser cercana y accesible, no invasiva ni persecutoria”, señala.
Interesarse por lo que les gusta, preguntar con curiosidad genuina y conocer su mundo digital sin juicios es un primer paso esencial para construir confianza.
Entender que lo digital también es emocional
Para los adolescentes, el entorno online no es un mundo paralelo: es una extensión de su vida social y emocional.
“Ahí se relacionan, se comparan, se exponen y buscan pertenecer. Por eso, muchos de los conflictos digitales tienen una base emocional, no tecnológica”, explica Barrios.
Hablar de emociones, presión social, autoestima o miedo al rechazo es tan importante como hablar de normas o límites.
Educar desde el diálogo, no desde el miedo
El uso del miedo como herramienta educativa suele generar el efecto contrario: silencio, ocultación y desconfianza.
“Cuando solo advertimos de peligros, el adolescente aprende que no puede contarnos ciertas cosas”, afirma.
Utilizar situaciones reales o contenidos que aparecen en Internet como punto de partida para la reflexión compartida resulta mucho más efectivo.
Acompañar sin necesidad de ser experto en tecnología
Muchas madres y padres sienten que no pueden acompañar porque “no entienden” las aplicaciones o plataformas.
“No hace falta dominar la tecnología, sino tener claros los valores que queremos transmitir: respeto, responsabilidad, cuidado y sentido crítico”, señala la psicóloga.
El acompañamiento educativo va mucho más allá del conocimiento técnico.
Poner límites claros y coherentes
Acompañar no significa ausencia de normas. Los límites siguen siendo necesarios, especialmente en etapas de desarrollo.
“Los límites bien explicados y adaptados a la madurez del adolescente generan seguridad, no rechazo”, explica Barrios.
La clave está en revisarlos periódicamente y consensuarlos cuando sea posible.
Dar ejemplo con el propio uso digital
Los adolescentes observan mucho más de lo que escuchan.
“Resulta difícil promover un uso equilibrado de la tecnología cuando los adultos viven permanentemente conectados.”, advierte.
Crear momentos familiares libres de pantallas y compartir también espacios digitales juntos refuerza el vínculo.
Acompañar desde una mirada preventiva
Desde su método IMPULSA, Elvi Barrios trabaja el acompañamiento digital como parte del desarrollo emocional global del adolescente.
“La prevención no consiste en prohibir, sino en fortalecer habilidades emocionales, comunicativas y de autocuidado para que puedan moverse con mayor seguridad en cualquier entorno, también el digital”, concluye.
Acompañar a los adolescentes en su vida digital implica mucho más que establecer normas o restringir dispositivos. Requiere una mirada educativa que comprenda la realidad emocional de quienes están construyendo su identidad en un entorno cada vez más interconectado. Cuando este acompañamiento se basa en la confianza, el diálogo y la prevención, la vida online puede convertirse en una oportunidad de conexión y crecimiento compartido.