En tiempos de pantallas y soledad digital, los jóvenes redescubren el valor del contacto humano
Diversos estudios en psicología y neuroeducación confirman que el contacto directo con la vulnerabilidad favorece la empatía, la autoconciencia y el desarrollo afectivo
En un contexto social donde los adolescentes se enfrentan a una profunda desconexión emocional y, en contraposición, una hiperconexión digital, proyectos como “Cristo de la Calle, impulsado por Juventud y Familia Misionera, se consolidan como espacios de encuentro reales, donde la mirada, la palabra y la presencia tienen más valor que cualquier conexón online.
El pasado mes de octubre, más de 85 jóvenes participaron en la primera convocatoria del curso de esta iniciativa solidaria, entre ellos los alumnos de Bachillerato de Cumbres School Valencia. La propuesta, que recorre distintos barrios de la ciudad, busca ofrecer alimento, escucha y empatía a las personas sin hogar, pero también ofrecer a los jóvenes una experiencia de aprendizaje social y emocional más allá de las aulas.
“No solo llevamos alimento, llevamos tiempo, escucha y compañía” explica Olga Quiñones, responsable de Apostolado y Participación Social de Cumbres School. “Una vez más, volvimos con el corazón rebosante de testimonios compartidos”, añade.
Experiencias como esta tienen un impacto medible en la madurez emocional y el sentido de la responsabilidad de los adolescentes. Diversos estudios en psicología y neuroeducación confirman que el contacto directo con la vulnerabilidad favorece la empatía, la autoconciencia y el desarrollo afectivo, tres pilares fundamentales de la inteligencia social.
En términos pedagógicos, iniciativas como “Cristo de la Calle” representan un ejemplo de aprendizaje experiencial, una metodología que convierte los valores en acción y fomenta la responsabilidad cívica. Los jóvenes no solo ayudan: aprenden a mirar de frente la realidad social, a cuestionarse sus privilegios y a escuchar de manera activa a quiénes les rodean.
“Descubren que acompañar a otros no solo cambia la vida de quien recibe”, subraya Quiñones.
Esta colaboración refuerza un modelo educativo que integra conocimiento, conciencia y compromiso. Una formación que, más allá de los resultados académicos, busca formar personas capaces de comprender el mundo y mejorar la vida de los demás.
Porque, en un tiempo marcado por la inmediatez y la distracción, la verdadera revolución educativa puede empezar con algo tan simple como mirar a alguien a los ojos y escuchar su historia.