La elegía es una rama de la poesía lírica que suele manifestar lamentación o pesar, provocado generalmente por la ausencia, la muerte o incluso el desamor, ese que desarma los lingotes de oro de la fe cuando la inconsecuencia los corroe. En la Edad Media, esta forma poética se denominaba endecha o funeral, distinta del epitafio o epicedio, y a su lúgubre desarrollo acudía el dolor sin ofrecer consuelo, desembocando únicamente en el lamento.
En la Antigüedad grecolatina predominaba el dístico elegíaco, que medía todas las emociones entre la furibundez del melindre y la tragedia, sentimientos que en la Edad Media se plasmaban en la endecha, poesía de duelo por la desaparición o muerte de alguien importante o muy querido.
Cuando el poeta nicaragüense Marvin Salvador Calero Molina, con su arraigado espíritu de cultor de la esperanza, con el que frecuentemente desafía a la vida para desentrañarla, decidió escribir su "Elegía a Rubén Darío y canto a la muerte", lo que hizo fue entablar una conversación con sus recuerdos históricos y sus adjetivaciones predominantes, sin caer preso de los devenires del subgénero elegíaco que, en ocasiones, conducen más a la fatalidad que al asombro.
¡Te vas ciudadano del mundo!
Mirarán tus ojos de poeta joven,
golpes de estado en Centroamérica,
presidentes, poetas y escritores de la época
cuya fama trascienden a los tiempos.
Tus acompañantes serán: la lira, el cisne
y la pluma con la que escribirás
en la frente agónica de las cosmópolis
la renovación del verso castellano,
ahí, donde la paz no existe
y el ideal se muda de ciudad a ciudad.
El verso moderno será brújula
que te señale el camino de regreso
hacia la Nicaragua
del Momotombo de Víctor Hugo.
Como un sueño tus "Abrojos"
de florida juventud
hablaran de Inocencia y Satanás.
¡Pero por Dios!
Azul… es mágico,
intenso el cuento,
la poesía total.
El paganismo griego
y parisiense
tomará posesión
de tus Prosas profanas.
De tanto vivir con dolor,
soledad, desencanto,
desamor e incomprensión,
Jesucristo será fe recobrada
en tus Cantos de vida y esperanza.
Al final de tus días,
divisarás la nueva poesía
que ya cantaba Witman en inglés
y soñarás con una nueva revolución literaria,
que la envidia de Thánato te impedirá.
¿Habrá retorno a la patria?
Si, algunas veces,
finalmente el retorno inevitable a la muerte.
Al volver no serás el mismo
que zarpó en el vapor a El Salvador.
El largo viaje en el "Kosmos" Alemán
a Suramérica,
y los múltiples viajes
de Europa a América latina
en la compañía "Trasatlántica"
con escala en Nueva York,
te trasformarán de regreso a Nicaragua,
de muchacho a mito.
Ahora, sube en ese barco,
te llevará por la inmensidad del ponte
en busca de gloria universal.
Y Poseidón tendrá piedad de ti
en alta mar. (La partida de Rubén Darío hacia la gloria).
EnElegía a Rubén Darío y canto a la muerte, Calero Molina emplea sus mejores recursos literarios para explorarlos y reflejarse en el andar de ese Darío que, convertido en inmortal gracias a su obra maravillosa y su palabra, nos insta y delimita, potencia y sensibiliza. Nos convence de que, desde la frecuencia expectante de la muerte —que en realidad no existe— los versos se acrisolan, porque su lenguaje, que contiene el maravilloso ADN de Dios, convoca a las energías más ecuménicas del universo para llenar nuestra alma de poesía. Esta poesía, al final, no es un simple canto etéreo para resistir la endecha, sino una luz inacabable, una realidad insólita que nos prepara para disfrutar cada mañana que nos regala la vida.
Desde el puerto de Corinto
en Chinandega,
se observa el "Vapor del Pacific Mail"
que viene de Panamá,
en el amanecer
de una luna espectral.
¡Es intenso el grito onomatopéyico
del barco!
con el que las gaviotas
se lanzan en bandadas
cerca del puerto.
¡Es Darío! el maestro de maestros,
que regresa a su patria
después de 15 años de ausencia.
II
León de Nicaragua tiene memoria.
Te da la bienvenida ciudadano del mundo.
Ciudadano de El Salvador,
Guatemala, Costa Rica,
Chile, Argentina, España, Francia.
Embajador de Colombia,
de paso por México,
Nueva York,
Cuba, Brasil, Roma,
los países del Danubio y del Rhin
Hay pompa y alegría en tu regreso.
Los cultos salen a tu encuentro
y los humildes te saludan,
todos te reconocen como maestro.
El gobierno de José Santos Zelaya
te recibe en Managua.
Sales a pasear por las fecundas
haciendas cafetaleras.
A rememorar tus viajes a Masaya
donde hueles la magia
de la ciudad de las flores,
que tiene para ti más paz
que las inmensas cosmópolis agónicas.
Calero Molina tiene el mérito de acercarse a Darío, como si fuera a una fiesta inventada, no movido por el prejuicio ni por la crítica habitual de ese consuelo histórico que lo ha vuelto insustituible, sino para decirle, mirándole a la cara, que conocemos la vida que llevó desde su angustia, cuánto lo extrañamos y que lo necesitamos para seguir viéndolo y ser felices.
Fue en el clima templado de Matagalpa,
en Chocoyo, hoy Ciudad Darío,
al albor de un matrimonio fingido,
Nicaragua te vio nacer.
Y bajo el cuido de un matrimonio
real y ejemplar
la ciudad de León te vio crecer,
curioso e imaginativo,
leyendo a Homero, a Virgilio,
a los clásicos españoles,
a los maestros del parnaso,
a la generación maldita.
¡Rindiendo culto a Hugo!
Fue tu infancia de poeta
sin juguetes y juegos de niños;
lector de la Biblia,
rimador de versos octosílabos,
maestro del alejandrino,
profeta de la América intervenida.
En tu interior hallaron refugio
leyendas rurales y urbanas:
"El fraile sin cabeza",
"el obispo Viteri",
los demonios que se llevaron
a "la Juana Catina
dejando estelas de azufre",
"la mano peluda".
Calero Molina representa ese aprendizaje textual que emociona, un merodeador axiomático de los consensos y disensos en torno a Darío, pero también de su retórica formal, en cuyos vericuetos es posible encontrar las luces más interesantes de una palabra sentida y angular. Esta palabra le permitió consolidarse como el máximo representante del modernismo literario en lengua española y, definitivamente, como el poeta de mayor y más duradera influencia en la poesía hispana del siglo XX, merecedor del título de "príncipe de las letras castellanas".
Su obra se convierte entonces en la vía más inequívoca para aproximarse a su genialidad desde la elegía y el canto, para tejer en la virtualidad y eficacia de sus modos aquello que conviene decir para que el registro histórico en el que vive, y nunca ha dejado de existir, se perpetúe. Por eso, aunque el autor no lo exprese ni reconozca explícitamente, en este poemario la figura de Darío se honra a sí misma, interpretando y traduciendo sus fulgores sin anatemas ni palabras vanas.
Porque, además, esa es la única manera que tenemos para adentrarnos en el fulgor maravilloso de sus oropeles y consonancias, que de vez en cuando regresan desde la nomenclatura de la eternidad para penetrar en nuestras almas.
Sobre el autor de este artículo:
Carlos Hugo Garrido Chalén es un abogado, periodista, poeta y escritor peruano, autor de más de 40 obras publicadas en diversos géneros como la poesía, el cuento, la novela y el ensayo. Es miembro de la Real Academia de Córdoba desde 2016. Garrido Chalén es uno de los actuales representantes del Grupo Norte, movimiento literario que surgió en la ciudad de Trujillo durante la primera mitad del siglo XX, y es reconocido como uno de los poetas más destacados del naturalismo en el siglo XXI. Asimismo, es coautor de la antologíaCanto Planetario: Hermandad en la Tierra, Volumen I, compilada por el poeta nicaragüense Carlos Javier Jarquín (H.C Editores, Amazon, 2023).