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La vida cuesta…

Española (65,52%), de entre 20 y 30 años (38,50%), que acude a un centro privado (81,41%) a petición propia (93,94%) para que se le practique un aborto dentro de las primeras 8 semanas de gestación del feto (75,19%), pagando una media de entre 350 y 400 euros si es un aborto farmacológico, y de entre 325 y 600 euros si requiere intervención quirúrgica, dependiendo de las semanas de gestación y de la clínica donde se practique.

Esta es la radiografía de la mujer abortante en España que se desprende del último informe publicado el pasado sábado por el Ministerio de Sanidad en el que se revelan las estadísticas del aborto en España en 2023.

En total, se practicaron 103.097 interrupciones voluntarias del embarazo (IVE), si bien hay que tener en cuenta que únicamente se recogen datos de 230 centros a nivel nacional. Estas cifras suponen una tasa de un 12,22% por cada 1.000 mujeres entre 15 y 44 años, con un aumento de casi un 5% respecto del año anterior que se refleja en todos los grupos de edad, especialmente en las mujeres menores de 19 años.

Nuestra comunidad autónoma, Cantabria, notificó un total de 915 IVEs, con una tasa de 9,61% por cada 1.000 mujeres, aún siendo una de las CCAA del Estado que mantiene, y fomenta tanto a nivel autonómico como a nivel local en varios de sus ayuntamientos, ayudas a la natalidad las cuales, aunque insuficientes y revisables, existen y son de agradecer y valorar.

El empresario estadounidense Jim Rohn escribió: “El mayor valor de la vida no es lo que consigues, sino aquello en lo que te conviertes”.

¿En qué se convierte una sociedad que pone valor económico, social y político a una vida humana? ¿En qué se convierte la vida humana cuando deja de ser un derecho fundamental, el primero y más importante, sobre el cual se sustentan toda clase de derechos, y pasa a ser una moneda de cambio de intereses políticos y partidistas?

¿Qué sociedad es aquella en la que el derecho a abortar, el cual aún siendo moral y éticamente cuestionable, no deja de ser un derecho legal oficialmente reconocido, prima sobre un derecho vital y fundamental hasta el punto de que se ofrezca la interrupción voluntaria del embarazo casi como un método anticonceptivo más, como si fuera un DIU o un condón?

¿Qué sociedad es aquella que pone todo tipo de facilidades para interrumpir una vida, y ninguna, o prácticamente ninguna, para fomentarla y desarrollarla?

“Homo homini lupus est”. “El hombre es un lobo para el hombre”, sentenció Plauto. Un depredador para sí mismo. Nada más cierto para nuestra sociedad, una sociedad sin valores, sin principios y sin moral, que necesita volver a sus raíces para recuperar su propia identidad si no quiere perderse en las tinieblas.

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