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Regreso al mundo de los templarios, con aire de fiesta

Monzón, en Huesca, recrea la infancia del que sería Jaime I el Conquistador

Cientos, miles de caballeros templarios vestidos de blanco con su capa con la cruz anconada roja al viento, luchas y justas a pie o a caballo, decenas de puestos en el mercado medieval, jaimas con artesanía, representaciones teatrales, desfiles, bailes, conciertos, pasacalles, talleres, actividades para niños, visitas al castillo, carrera de obstáculos, concurso de trajes, de escaparates y de decoración de mesones medievales, etc. y por supuesto abundancia de viandas y buen vino.

Este es el plan que propone a mediados del mes de mayo, el pueblo de Monzón en Huesca, a orillas del río Cinca, en su fiesta más popular y de mayor contenido histórico que lleva el nombre de “Homenaje Templario a Jaime I y Guillem de Mont-Rodón” declarada de Interés Turístico de Aragón, que busca conseguir que sea de Interés Nacional. Esta festividad, celebrada año tras año desde 2010 (con el paréntesis de los dos años de la pandemia), busca conmemorar la llegada y estancia en Monzón, siendo niño, del que sería rey Jaime I, El Conquistador y su tutela por la Orden del Temple, entre los años 1214 y 1217, cuando apenas tenía 6 años. Es por eso que se honra la figura del comendador de la Orden, Guillem de Mont-Rodón, quien aleccionó al huérfano rey Jaime durante su dura infancia, y que a la postre forjaría su carácter como monarca.

Durante los años en que Jaime I residió en la capital del Cinca Medio, Monzón se convirtió en el centro de todas las atenciones del reino. Fue aquí donde comenzó la apasionante historia de un niño destinado a convertirse en uno de los reyes más grandes de la Historia de Aragón y de España.

Su infancia no fue fácil. Cuando tenía tres años, el futuro Jaime I quedó bajo la custodia de Simón de Montfort y fue recluido en el castillo de Carcasona. A la muerte de su padre Pedro II en la batalla de Muret, Montfort se vio obligado a entregarlo a los aragoneses contra su voluntad por orden del papa Inocencio III. Cuando fue devuelto, parte de su crianza se puso en manos de los caballeros templarios del castillo de Monzón, donde estaba la sede general de la Orden del Temple en Aragón y Cataluña. El maestre Guillem de Mont-Rodón era el tutor del niño, que vivió allí con su primo, Ramón Berenguer de Provenza, de su misma edad.

Esplendor medieval

Durante el fin de semana del 17 al 19 de mayo, Monzón recupera el esplendor medieval con un programa lleno de acontecimientos y recreaciones que conmemoran la llegada y estancia en la localidad de El Conquistador. Escenario no le falta, Monzón posee un casco histórico bien conservado en el que destacan edificios de interés como el Ayuntamiento, Casa de Pano, el Palacio de los Luzán, la Casa de Zazurca o la casa natal de Joaquín Costa, político, jurista, economista e historiador, en la que se ha creado un museo en torno a su figura.

Pero sin duda su imagen más notable y marco especial para la fiesta templaria es la inconfundible e imponente silueta de su castillo, elevado sobre una colina, con orígenes en el siglo IX. Declarado Monumento Nacional, fue erigido por los musulmanes; posteriormente sería sede de la principal encomienda templaria de la Corona de Aragón, donde se educó al infante Jaime I, futuro rey de Aragón. En la actualidad, el castillo acoge un interesante Centro de Interpretación sobre el fascinante mundo de los monjes-guerreros de la Orden del Temple. Otro de los monumentos más sobresalientes de Monzón es la concatedral de Santa María del Romeral, de origen románico, donde en tiempos se celebraron varias sesiones de cortes de la Corona de Aragón. Ambos con vitola de monumento histórico-cultural de interés nacional, acogieron a reyes y nobles.

Momentos especiales de la fiesta

Aunque durante los tres días que dura la fiesta hay decenas de actividades diversas, tres son los momentos especiales que no hay que perderse: “El Concejo de Monzón y su pueblo reciben al rey Jaime”. Solo han pasado unos días desde que, en Lérida, la nobleza aragonesa reconociera como heredero al huérfano infante Don Jaime y le jurasen fidelidad. Por deseo de su madre y del consejo de regencia, será educado y protegido en Monzón por la Orden del Temple. El Concejo de Monzón, formado por el Juez y los Alcaldes de las parroquias, junto con el pueblo, esperan en la Plaza Mayor la llegada para agasajar al rey con músicas y danzas. De forma inesperada, Diego de Marcilla, un caballero turolense, y su escudero Esteban, de camino a las tierras del sur, han oído de la llegada del joven rey a Monzón, ellos que lucharon en Muret, junto a su padre el rey Pedro, quieren aprovechar la ocasión para rendirle vasallaje a su nuevo Señor, Jaime I.

En el espectacular castillo de Monzón, “El infante Jaime es presentado a la encomienda del temple de Monzón”. Los templarios del castillo de Monzón se reúnen en un Capítulo extraordinario para recibir al rey Jaime. Por primera vez el niño sube al castillo y en su Sala Capitular el Maestre Guillem de Mont-Rodón le presentará a sus maestros y caballeros, quienes le van a enseñar y acompañar durante los próximos años. Y una sorpresa, otro niño, su primo Ramón Berenguer, también le espera. También en el castillo tendrá lugar “1217. Despedida del rey Jaime I”. Han pasado tres años desde que llegó a Monzón el rey Jaime. Las vecinas de la villa lo han visto crecer y saben de sus progresos. Pero un rumor corre por las calles, un duro momento se acerca, el de la partida de rey. Y las despedidas no le gustan a nadie.

Pero, por supuesto en la fiesta hay muchas más escenas de interés, como el desfile templario con antorchas en la noche del viernes, seguido de danzas medievales en honor al nuevo Concejo. En la mañana del sábado tiene lugar el desfile “Partida de las tropas y gentes de Monzón al encuentro del rey Jaime”, desde el Mercado Medieval al campamento de recreación y comienzan los momentos de acción que más llaman la atención, como las “Escaramuzas entre aragoneses y castellanos” y un momento emotivo, la interpretación del Himno de Mont-Rodón. Durante toda la tarde se suceden los desfiles, danzas, pasacalles y los actos en el castillo y sus inmediaciones.

Entre los actos del domingo, el más vistoso es el Torneo medieval a caballo en honor al rey Jaime junto al río Sosa que tiene lugar por la mañana. El pequeño rey Jaime I ya está en Monzón. Largo ha sido el viaje de vuelta tras su cautiverio en Francia. Los nobles de Aragón y Catalunya quieren honrarlo como se merece, por eso han preparado un torneo en su honor. Los mejores y más famosos caballeros, sus vasallos, se batirán por el favor del monarca. Un torneo a ultranza donde los golpes, las cargas y los combates son reales, como se hacía en el siglo XIII. Y, a última hora del domingo, la entrega del Premio “Mont-Rodón del año”, la “1217. Despedida del rey Jaime I” y la Clausura del Homenaje, con la lectura de la carta del rey Jaime a Monzón y, de nuevo, la interpretación del Himno Mont-Rodón. De que todo eso sea posible se encargan más de un centenar de entidades, asociaciones y colectivos implicados en la organización. Estos colaboran con el Ayuntamiento que impulsa esta fiesta desde las concejalías de Turismo y Ferias.

Mercado, campamento y talleres

Sin duda el lugar más animado durante los días de la fiesta es el Mercado medieval de Artes y Oficios que acoge casi un centenar de puestos donde es posible comprar de todo: ropa, artesanía medieval, joyas y bisutería, todo tipo de comidas. También hay que destacar la reconstrucción histórica de un campamento medieval de la alta Edad Media, donde se reproducirá cómo era la vida tanto civil como militar en la alta Edad Media. Un museo viviente estructurado por zonas en el que se desarrollarán diferentes escenas medievales de los siglos X al XIII con el mayor rigor y fidelidad histórica posibles. Exposiciones permanentes de armas, armaduras, elementos de vida civil, vestimenta y costura altomedievales.

Otro apartado interesante es el de los talleres, muchos de ellos dedicados a los niños. Hay para todos los gustos: Taller de cobre, de instrumentos musicales, de torno, de escritura medieval, de cestería tradicional, de vidrio soplado, de construcción de maquetas medievales, de fragua artesana, de cocina medieval...

Y a propósito de cocina, no hay que olvidar que, entre desfile y desfile, entre danzas y torneos, hay que buscar tiempo para disfrutar de la gastronomía medieval y de la actual en Monzón. No pueden faltar los derivados de la matacía, como se denomina en la zona la fiesta de la matanza del cerdo: longanizas, morcillas, chorizos o las típicas tortetas, con base de sangre, pan rallado, harina y manteca y a la que añaden otros elementos como huevos, anís, ralladura de limón, azúcar... también las judías caparronas originales de Monzón que suelen tomarse con setas, el ternasco asado, las empanadas de calabaza y para endulzarse la vida, los pasteles “Templarios”, con hojaldre caramelizado con leche, mantequilla y almendra, las “Alegrías de Monzón”, cerezas bañadas en licor y recubiertas de chocolate y las “Barbaritas”, bizcocho de almendra decorado con cerezas y con forma de flor.

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