Este domingo se celebra el Día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo. En España, nuestra primera ley se promulgó en 1995, y este año cumple 29 años, que si los comparásemos con años humanos, podríamos decir que ha alcanzado la madurez. Ahora, la pregunta que deberíamos hacernos es si realmente ha sido efectiva.
Es importante destacar la denominación oficial completa, porque en este ámbito, como en muchos otros, el nombre tiene su importancia. Cuando pensamos en seguridad y salud en el trabajo, podemos tender a olvidar que este concepto también debe incluir la prevención. Inevitablemente, nos vienen a la mente imágenes de accidentes laborales, pero cuando ocurre un accidente significa que ya hemos llegado tarde. Por lo tanto, la prevención debería estar en el centro de la estrategia de las empresas, los sindicatos y, en definitiva, de toda la sociedad.
Un accidente es un evento puntual y fortuito en el que intervienen muchos factores, cuya concurrencia podría haberse evitado con una buena política de prevención de riesgos. Como muestran las estadísticas en los ámbitos laborales, no se están haciendo las tareas que deberían hacerse en algunas empresas, si queremos llegar a cero accidentes mortales.
En los últimos años, sin embargo, ha habido un cambio de enfoque hacia otro aspecto, donde la sociedad se ha dado cuenta de que también es muy importante la relación entre la salud y el trabajo: el de las enfermedades desarrolladas a partir de la actividad profesional con un alto nivel de estrés. Si este estrés se mantiene en el tiempo, puede llevar a una incapacidad laboral, con un gran impacto en la salud mental del trabajador, con el denominado burnout, que es como se define la cronicidad del estrés en el ambiente laboral. Por ello, se está reforzando la importancia de realizar buenas evaluaciones psicosociales en los lugares de trabajo, donde uno de los conceptos que se evalúan es el estrés al que está sometida una persona, para que en los casos donde se detecte un nivel alto, se tomen medidas y se evite que los trabajadores lleguen a estos niveles extremos.
Si bien la Administración y las empresas juegan un papel clave en liderar los esfuerzos de seguridad y salud en el trabajo, no podemos menospreciar el rol esencial de los sindicatos y de los delegados de prevención. Los sindicatos, con las herramientas de que disponemos, velamos por la integridad y el bienestar de los trabajadores, aunque nos enfrentamos a un marco legal que, a pesar de ser útil, a menudo resulta obsoleto ante las nuevas realidades laborales. Sin embargo, la conciencia social ha crecido significativamente, y si trabajadores y sindicatos trabajamos juntos, podemos continuar presionando para que las empresas superen las limitaciones de la legislación actual. Pero, para ello, aún tenemos que superar algunas resistencias internas y convencer a todas las organizaciones y a las personas que conforman su día a día de que, en materia de prevención, todo esfuerzo es poco.
Prevenir accidentes y enfermedades laborales no es solo una cuestión de cumplimiento legal, sino un síntoma claro de calidad democrática, desarrollo y competitividad empresarial. Por tanto, para continuar avanzando es imprescindible invertir no solo en mecanismos de prevención efectivos, sino también en programas formativos que eleven la capacitación de los trabajadores en materia de riesgos laborales. Además, es vital abordar y erradicar la precariedad laboral, un mal que deteriora la calidad del entorno laboral y tiene consecuencias devastadoras tanto para trabajadores como para empresas, implicando una disminución de la productividad y un aumento de los riesgos asociados al trabajo.