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IV observatorio de las bandas juveniles en España

Actualmente la actividad de las bandas se halla en un momento valle. La presión policial, la difusión mediática y las campañas de sensibilización han logrado contraer su actividad, que se mantiene en un estado de latencia pero que en cualquier momento según algunos testigos puede tener un repunte más violento.

Se aprecia un incremento de la violencia entre bandas dentro de las cárceles

La Policía Nacional ha pedido que algunas armas blancas sólo se vendan a determinados sectores, se registren en un libro oficial y se justifique su uso

En momentos puntuales vecinos han llegado a coordinarse como Grupos de Defensa en Getafe, Usera, Vallecas y Villaverde

Los jóvenes españoles son cada vez más buscados, porque pasan antes desapercibidos

Las redes sociales están legitimando estos comportamientos violentos, razón por la que urge establecer programas de sensibilización entre los jóvenes

El cuarto Observatorio de Bandas Juveniles realizado por el Centro de Ayuda Cristiano aborda por primera vez aspectos poco conocidos relacionados con esta violencia, como es la creación de patrullas por parte de algunos vecinos de barrios de Madrid particularmente afectados por las bandas, la situación de los pandilleros en los centros penitenciarios y la cada vez mayor implicación de mujeres en estos grupos organizados.

Grupos de Defensa vecinal y cambios de residencia

Ya en el III Observatorio de Bandas Juveniles, el Centro de Ayuda Cristiano se hacía eco de la creación de algunos grupos vecinales que se estaban movilizando para erradicar del barrio a las bandas juveniles violentas. En aquella ocasión se mencionaron grupos existentes en Usera y Villaverde, en Madrid.

En 2023 algunas asociaciones vecinales se han mostrado también muy preocupadas por este fenómeno, como por ejemplo la Asociación de Vecinos del Puente de Vallecas, vecinos de Getafe y el denominado “Mi barrio seguro” de Villaverde, que tiene más de 1.300 seguidores en internet.

En Valdemoro tres familias, dos de ellas españolas, han tenido que trasladar su residencia fuera de la Comunidad de Madrid precisamente por estar implicados algunos de sus miembros en bandas.

Para la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid, “conocemos muchos casos de vecinos que se han marchado del barrio porque querían tranquilidad y seguridad para sus hijos”. También confirma que de forma esporádica se han realizado protestas y marchas vecinales contra la presencia de las bandas; y sostiene que “no hay información concreta por parte de los ayuntamientos para solucionar esto”.

Las bandas se han convertido en un instrumento de integración social y estos jóvenes han hecho de la violencia su forma de vida. Hay una trivialización y banalización de estas conductas.

Prisiones: la reinserción no existe

El presidente de la Asociación Profesionales de Funcionarios de Prisiones (APFP), Francisco Llamazares, uno de los cinco sindicatos de funcionarios de centros penitenciarios de España y que aglutina a 3.000 funcionarios, sostiene que desde que un interno ingresa en prisión todos los funcionarios conocen perfectamente quién es y por qué ha sido encarcelado.

En general, un pandillero ingresa en un módulo “primario”, donde se alojan en celdas para dos personas. Cada módulo alberga a unos 125 reclusos de media. Los miembros de bandas al inicio no suelen estar separados en diferentes módulos, aunque claramente se les identifica que forman parte de un grupo compacto por los corrillos que acostumbran a hacer en el patio y quién es el líder.

En prisión la jerarquía persiste, de la misma forma que se trafica con droga y se continúan dando instrucciones al exterior a través de teléfonos muy pequeños mediante códigos de SMS que no soportan WhatsApp y que se introducen en las prisiones fácilmente a través de los encuentros vis a vis.

La práctica totalidad de los pandilleros intenta “camuflarse” -en palabras del presidente de la APFP- para entrar en el tercer grado y obtener permisos. En su opinión, “la cárcel es la escuela del delito y la amplia mayoría de los pandilleros detenidos no tiene estudios ni trabajo, casi toda su vida la ha pasado en la calle, y la única solución para ellos es controlar su tiempo libre con trabajadores sociales y mediadores que eviten que cuando salgan de prisión vuelvan a ser violentos”.

“En la actualidad hay un repunte de la violencia en las cárceles”, afirma. “Hay más agresiones e intimidaciones que antes de la pandemia. Y cuando salen muchos de ellos se ve claramente que padecen algún problema mental y por supuesto siguen dependiendo de la droga”.

Los casos de reinserción son, sin embargo, muy pocos. Según el Centro de Ayuda Cristiano, cuando algunos pandilleros deciden acudir a sus charlas de reorientación nada más salir de la prisión, al cabo de dos o tres meses desaparecen y desgraciadamente vuelven a reincorporarse activamente a su banda..

Uno de ellos, el pandillero arrepentido R.Y., de 27 años, encarcelado en la prisión de Aranjuez, donde hay cerca de 1.200 reclusos, ya estaba participando en el programa de reinserción social del Centro de Ayuda Cristiano cuando fue detenido. Sus anteriores compañeros de banda quisieron acabar con él por “desertar” y le propinaron una brutal paliza. El joven no quiso denunciar ni ir al hospital, por lo que, debido al absentismo a causa de las heridas, perdió su trabajo. Poco después fue identificado por la policía y detenido por 17 reseñas por tentativa de homicidio, lesiones contra la salud pública y quebrantamiento de condena, por lo que entró inmediatamente en prisión.

R.Y. afirma que “dentro de la prisión es una obligación seguir en la banda y allí tienes también que intentar captar a otros para tu banda”. En su módulo “conviven” 7 DDP y 3 trinitarios. Nunca van a las mismas actividades para no coincidir, aunque sí deben compartir el tiempo del patio, siempre en grupos distantes entre sí. Otros presos, conocedores del enfrentamiento latente, intentan mediar para que no haya peleas entre ellos.  

Los altercados dentro de las prisiones tampoco son nuevos. Entre los recientes, el que ocurrió en la cárcel de Zuera (Zaragoza) en septiembre de 2022, cuando el rapero Steven Guarionex Vasquez, más conocido como Biwan La Pauta, próximo a la banda DDP y que cumplía condena por violación grupal, dio un concierto para los internos de varios módulos. En aquella ocasión, otro sindicato de funcionarios de prisiones, Tu Abandono Me Puede Matar (TAMPM), aseguró que “la incapacidad y la ineptitud de los responsables de Prisiones nos lleva al caos y hace que se roce, demasiadas veces, la tragedia dentro de las cárceles”.

En la misma línea se situaría el caso de Eric Velastegui, que continuaba dirigiendo la banda de los Latin Kings desde la prisión de Teixeiro (A Coruña) y Soto del Real. Este “Inca Suprema” o “Padrino” implantó “la Nación” poco después de llegar de Ecuador. Nacido en Guayaquil, salió del país andino en 1999 por problemas con la justicia. Pidió permiso a sus superiores para crear la “Sagrada Tribu América Spain de la Todopoderosa Nación de los Reyes y Reinas Latinos” en la localidad madrileña de Galapagar. En febrero de 2023 la Guardia Civil detuvo a una quincena de personas presuntamente vinculadas a esta facción de los Latin Kings, entre ellos su novia Luna y su lugarteniente Tatam.

Como botón de muestra, el pasado mes de diciembre de 2023 una violenta pelea entre dos bandas rivales en la prisión de Alcalá-Meco terminó con diez reclusos en aislamiento, según informó el sindicato de funcionarios ACAIP. Los hechos ocurrieron en el módulo de menores de 21 años durante un enfrentamiento entre magrebíes y latinos. Sólo durante el año 2022 este sindicato comunicó que en esta cárcel se registraron 160 agresiones entre internos, la mayoría protagonizados por internos jóvenes.

La acción efectiva de los Cuerpos de Seguridad no es suficiente

Policía Nacional y Guardia Civil han identificado a 800 miembros de bandas juveniles en la Comunidad de Madrid, el 40% menores, según datos de la Delegación del Gobierno de este año.

La propia memoria de la Fiscalía de Madrid de 2022 habla de que “es tremendamente alarmante” el recrudecimiento de las reyertas entre las bandas juveniles. Los homicidios y asesinatos cometidos por menores han pasado de 8 a 34 en cinco años en Madrid; además de los 375 delitos cometidos con uso de armas o instrumentos peligrosos (+17%) por jóvenes entre 14 y 17 años; 44 por pertenencia a organización criminal (+110%); 104 por tenencia ilícita de armas (+53%); 38 por riñas tumultuarias (+6%) y 1.102 por amenazas (+12%).

Entre tanto continúa el descontrol en la venta de bolo machetes de unos 50 centímetros de hoja y navajas tipo mariposa. La Policía Nacional ha pedido que algunas de estas armas blancas sólo se vendan a determinados sectores y que se registren en un libro oficial, además de que se justifique su uso. Diversos portales de comercio electrónico venden también con absoluta normalidad estas armas.

La Instrucción 9/2022 de la Secretaría de Estado de Seguridad con el objetivo de vigilar más de cerca la compra y venta de armas blancas no parece que haya dado sus frutos. Los jóvenes siguen consiguiendo fácilmente estas armas, ya sean cuchillos jamoneros, de cocina y otros afines de montaña o escalada, o material deportivo, como bates de beisbol, a través de internet y en tiendas de conveniencia, ferreterías y grandes superficies. De hecho, según informaciones periodísticas, la actividad con armas blancas en la Comunidad de Madrid durante 2023 se ha mantenido respecto al año anterior, con unas 535 agresiones con resultado de lesiones, homicidios intentados o dolosos y asesinatos. Esto supone una media de más de 10 sucesos de este tipo a la semana.

Las medidas punitivas también están resultando ineficaces ante el mensaje reclutador de las bandas entre los más jóvenes.

Y el uso de armas de fuego es cada vez más frecuente, lo que evidencia una clara escalada de violencia.. Varios asesinatos cometidos como resultado del enfrentamiento de bandas en Madrid han sido perpetrados por armas de fuego.

La compraventa de pistolas es un hecho, en su mayoría armas de fogueo que se modifican para disparar balas, sobre todo compradas en países del Este europeo entre 200 y 600 euros, y en los lugares habituales de venta de droga.

El caladero de los centros educativos

El hecho de que los menores de edad no puedan ser imputados hace que las bandas juveniles continúen su labor de captación sobre todo en los centros educativos entre aquellos alumnos generalmente de familias desestructuradas o que padecen factores emocionales, en particular baja autoestima y trastornos mentales muy diversos.

Un ejemplo de la situación se produjo en marzo pasado, cuando la Policía Nacional investigó a varios miembros de la banda de los DDP del distrito de La Latina de Madrid por agresiones y robos a menores a la salida del colegio Salesianos Paseo por negarse a entrar en la banda, siendo expulsado del centro uno de los estudiantes por dichas amenazas.

En todos los casos, las bandas tratan de reclutar a adolescentes ya a partir de los 9 años de edad, y algo nuevo: mejor si son españoles, dado que en caso de altercados pasan más desapercibidos. Las chicas están siendo cada vez más reclutadas, por su labor de espionaje y de esconder las armas en situaciones de conflicto. Se calcula que al menos hay unas 150 de las DDP en Madrid.

Las chicas no sólo son objeto de deseo sexual. Se las suele captar en las discotecas “matinées” y también deben poner a prueba su lealtad a la banda robando, pegando y apuñalando.

Captar a menores de edad tiene sus ventajas: son más disciplinados, hacen menos preguntas y están dispuestos a hacer lo que sea para ascender en la banda. Sus jefes también los utilizan para guardar armas y vender droga.

La captación, además de en los institutos, también se realiza a través de TikTok y entre los seguidores de música urbana tipo ‘drill’. Canciones de Papy Black Ft Ty King, Keyriem, Jota, Sersy23 o Rochy RD, “Dale la tripleta” y “Asesino Suerte y Verdad” son muy conocidas en estos círculos; así como otros grupos relacionados con pandilleros.

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