Hemos decidido empezar el año por todo lo alto con una novela que para nosotras lo tiene todo: personajes profundos, las historias LGBTQ+, las conversaciones del pueblo, el dialecto manchego, las historias de supervivencia, de violencia, de amistad...
Lo conocen de muchas formas en Matalasuegra. El hijo de la Mari, el nieto de la Antonia, el bastardo, el Monillo, Pedro, el maricón. Crece en los 90 rodeado de collares y de corrillos de mujeres. Es feliz porque a él le encanta su pueblo, pero al pueblo no siempre le gusta él. No pasan muchos años de habladurías hasta que cae en la cuenta de que, por más que trata de encajar en la norma, no lo consigue. Están por llegar a Matalasuegra los discos de Donna Summer, las funciones de teatro y las buenas amigas. Pedro aún no lo sabe, pero tiene una misión. Y nadie va a frenarlo, ni siquiera la Virgen de Valdecobre.
«Meseta» es una oda a la resistencia, la colectividad y la feminidad. Casi como un cuento, nos lleva de la mano hacia las vidas invisibles y violentas de un pueblo manchego. Historias de cuidados para seguir adelante entre todas porque los milagros siempre vienen de personas de la Tierra.
Un extracto
Para sorpresa de propios y extraños, el médico anunció que la muchacha estaba a punto de dar a luz. Las cejas arqueadísimas, casi tocando los pelos de la cabeza, se intercalaron con los labios apretados de los presentes, creando la habitual atmósfera pesada de la llanura manchega, donde se asumía, se callaba y se actuaba. La procesión, más que por dentro, iba por detrás, a espaldas de la implicada y en corrillos de murmullos. Se dice, se comenta. Me han referido que.
Aquello marcó el fin de la inocencia y el principio de una revolución. Sin quererlo, la Mari se convirtió en el azote de las convenciones sociales, en la salsa de los chismorreos del pueblo y en el revulsivo de todas las habas. Pedro manchó el honor de las Valderilla, que tenían un currículum impecable como familia humilde y trabajadora. «Tú sabrás cómo crías a tu hijo», le espetó la Antonia a la Mari, llena de furia. En su fuero interno de buena cristiana, no lograba concebir la llegada de una otredad mayúscula, de una cosa inexplicable e inaudita. La llegada, al fin y al cabo, de un bastardo.
De joven, Rubén Cañadilla sentía una curiosidad inexplicable por visitar una cárcel, un manicomio y un cementerio. Con los años sació aquel interés y, aunque el gato no murió, estuvo a punto de hacerlo. Procede de una familia de cuatro hermanxs de tres padres diferentes, lo que ha marcado su forma de entender los vínculos y las relaciones afectivas.
Aunque el currículum de esta tarántula no es relevante, es periodista de formación, pero también se dedica al sector social por vocación. Además de su interés por temas cuir y de género, realiza pruebas de VIH e ITS y counselling sobre salud sexual al colectivo gai, bisexual y trans. De origen manchego, tras un periplo por Madrid, Hamburgo y Oxford, actualmente reside en Barcelona. Meseta es su primera novela.