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Estrés encubierto, de Koro Cantabrana

«Deja de funcionar en piloto automático, permite que tomemos las riendas y decidamos la dirección»

¿Cuántas conversaciones conmovedoras o historias con finales complejos hicieron falta para motivar la escritura de este libro? 

Lamentablemente, muchas. Trabajando en el Instituto del Estrés tengo el foco puesto en la prevención y la gestión del estrés. En general, no hay síntomas graves e insostenibles, físicos o mentales, que nos indiquen que lo estamos padeciendo, así que muchas personas son conscientes de su alto nivel de estrés cuando su cuerpo dice, «¡basta!» indicándoles que deben parar; una crisis de ansiedad, un ataque de corazón, no poder pensar, incapacidad para conducir e incluso mover un músculo son extremos a los que, desgraciadamente, se pueden llegar.

En el libro se incluyen catorce entrevistas de casos reales de pacientes con los cuales ha trabajado.

Estos pacientes con profesiones, procedencias y motivos distintos sufren de una manera forzosa el estrés. De hecho, la gran mayoría, como hablabamos antes, no es consciente hasta que vive un suceso de forma intensa que le hace frenar.

¿Has vivido en primera persona las consecuencias del estrés encubierto? 

He vivido muchas situaciones en las que he tenido que gestionar el estrés. Situaciones profesionales de mucha tensión y responsabilidad, y también situaciones familiares extremas que ninguna familia y ninguna madre quiere vivir, pero que enseñan muchas cosas en la vida. Por ejemplo, aprendes a manejar la presión, a ser resiliente o a gestionar positivamente la incertidumbre. También la profesión de periodista me ha enseñado a gestionar las situaciones de estrés y presión que se viven continuamente. Por otra parte, soy coach desde hace más de veinte años y he tenido la suerte de aprender y practicar con herramientas muy potentes, que funcionan positivamente, hasta en las situaciones más comprometidas y difíciles.

«El estrés es dañino cuando la tensión se mantiene durante un largo periodo de tiempo, sin permitirnos recuperar nuestro equilibrio incluso después de que la situación alarmante haya pasado»

En tu prólogo expones que un mínimo de seis de cada diez personas en una organización padecen estrés. ¿Es esta mayoría consciente?

En general, no somos conscientes de la presión bajo la cual vivimos la mayor parte del día. En la sociedad actual y, en gran parte de los puestos de trabajo, hay muchos motivos que contribuyen a elevar nuestro nivel de estrés: las prisas y los ritmos acelerados, las preocupaciones, las exigencias y las altas autoexigencias, las largas jornadas de trabajo, o el estar conectados y disponibles las veinticuatro horas del día generan tecnoestrés encubierto. Pero también el perfeccionismo, la procrastinación, la precrastinación y la ley de Parkinson, por ejemplo, nos llevan a sufrir Sisifemia, dismorfia de productividad, burnout, ansiedad, depresión laboral, e incluso stress relaxing. Poco a poco, todo se va acumulando y, si no tenemos alguna válvula de escape que libere todo ese estrés retenido y la presión explota por algún lado. 

En el libro se explican todos estos conceptos que nos llevan a producir ese estrés encubierto, precisamente para descubrirlo y gestionarlo positivamente.

¿Cómo trabajáis en el Instituto del Estrés para mejorar el bienestar emocional y físico de las personas?

Para concienciar sobre la necesidad de identificar los detonadores personales y profesionales del estrés, impartimos talleres de prevención y gestión del estrés. Nuestro programa estrella, llamado Gestrés, es un programa online realizado con neurociencia, herramientas de coaching y otras disciplinas, dentro del cual uno tiene acceso a más de cien vídeos-píldora en dibujos animados. Lo bueno de este programa es que, gracias a la neurociencia aplicada, hemos conseguido ofrecer en tan solo cinco horas, el contenido de treinta horas con el mismo impacto y eficiencia. Es como viajar en tren de cercanías o en el tren de alta velocidad: todos preferimos hacerlo más rápido, más seguros y más cómodos. Por eso decidimos crear un programa como Gestrés, de alto impacto en un periodo corto de tiempo, obteniendo resultados más que satisfactorios con cada paciente.

¿Cómo diferenciamos el «estrés bueno» del «estrés dañino»?

Cuando hablamos de estrés, normalmente nos estamos refiriendo al estrés dañino. Sin embargo, hay también un estrés bueno o positivo. El estrés, en su justa medida, es bueno, ya que es una activación ante un estado que consideramos de alarma: a veces nos activamos para evitar un peligro y, en otras ocasiones, para echar toda la carne en el asador y terminar alguna actividad en un corto espacio de tiempo, o simplemente para ponernos las pilas y avanzar porque sentimos que si no, algo va a ir mal.. 

El estrés positivo nos activa, nos da una mayor energía e ímpetu para realizar las tareas, o incluso para pensar en positivo; nos ayuda a tener mayor creatividad para resolver cualquier reto, nos dispone a ir adelante, nos hace sentir que podemos con todo y que vamos a conseguir nuestro propósito. Por otra parte, el estrés es dañino cuando es extremo o cuando la tensión se mantiene durante un largo periodo de tiempo, sin permitirnos recuperar nuestro equilibrio y calma incluso después de que la situación alarmante haya pasado.

Si esto ocurre, esa fase inicial de alarma mantenida en el tiempo nos lleva a una fase de resistencia. Si esta situación se cronifica, nos conduce a una fase de agotamiento, en la cual las capacidades de resistencia personales no son suficientes para afrontar este estado y comienza un gran cansancio físico y mental, con síntomas graves y alteraciones psicosomáticas como el cambio en el carácter, irritabilidad, bajo rendimiento o menor capacidad de concentración. En ocasiones vivimos con el Síndrome de la rana hervida y no somos conscientes de nuestro nivel de estrés ni de la necesidad de hacer algo para gestionarlo, tampoco buscamos la manera de aliviarlo y encontrar nuestra forma de desahogarnos. 

Comentas en tu libro que la desinformación se convierte en nuestro mayor obstáculo.

Hay mucha desinformación y muchos mitos. En el libro analizo, entre otros, los cuarenta mitos generales del estrés y los cien sentimientos más frecuentes del estrés encubierto. Normalmente, a nivel individual, creemos que no sufrimos estrés, o que lo controlamos bien, hasta que se nos escapa de las manos. Consideramos que el estrés es únicamente propio de profesionales con responsabilidades de alto nivel y alta presión, que tener tensión es normal, que cada persona vive y tiene la presión que puede soportar. No queremos tener mayor actividad de la que podemos tener, para no superar nuestro límite; y tampoco queremos tener menos, para no sentirnos improductivos, aburridos o sin nada que hacer. Todos y todas queremos tener ese punto de tensión en el que nos sentimos bien. Es como caminar: si caminamos en un grupo que va más deprisa que nuestro ritmo ideal, nos agotamos;  de igual manera, si vamos con un grupo que va más lento que nuestro ritmo ideal, nos agotamos. Por eso, cada persona tiene su ritmo de vida y su ritmo laboral. Encontrar ese ritmo es fundamental.

En ocasiones, suponemos que el estrés solo afecta a las personas emocionalmente frágiles o débiles

Verse superado por el estrés, le sucede a cualquiera en alguna ocasión. Si no conocemos nuestros detonadores personales o las creencias limitantes personales que provocan la activación de nuestro estrés, entonces estamos funcionando sin la información suficiente para prevenirlo y gestionarlo. Es fundamental descubrir nuestro estrés encubierto, cómo lo producimos y cómo nos afecta.

Por otro lado, existe una gran desinformación sobre las herramientas, no solo de detección, sino también de gestión y mitigación del estrés.. Por suerte, tenemos algunos mecanismos muy poderosos que pueden reducir el nivel de estrés en segundos y mantenernos en un estado óptimo de bienestar emocional y mental.  

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