"La formación y preparación de los profesionales de Protección Civil es crucial para prevenir y no tener que lamentar víctimas mortales", explica Sergio Gil.
Una sesión de spa nunca había sido tan barata. Con el Mediterráneo batiendo récords de temperatura, para bañarse en aguas 'termales' —si obedecemos a lo que señala el mercurio— basta con haber metido los pies a remojo este verano en cualquier playa del Levante español.
Esta situación es la consecuencia de los sucesivos episodios de calor que se vienen desarrollando cada vez con más frecuencia en todo el mundo, pero especialmente en el entorno mediterráneo. Así, la boya situada en el Cabo de Gata batió su récord absoluto de temperatura el verano de 2022, con 27,9o, mientras que la de Tarragona marcó su máximo mensual para junio con 27,8o. Este año, la temperatura media del agua del Mediterráneo ha superado, por primera vez en su historia, los 19 grados de media entre los meses de enero y agosto, alcanzando los 19,5°C.
Las consecuencias de estas elevadas temperaturas no se circunscriben únicamente a la zona pelágica, sino que también se pueden hacer notar tierra adentro. El Mediterráneo se ha convertido en el caldo de cultivo ideal para episodios de gota fría sobre la Península. Aunque "son necesarios varios ingredientes", recuerda Gil, "un mar extraordinariamente cálido otorga mayor potencial para que, de conformarse la situación atmosférica, exista un mayor impacto de las lluvias y, por tanto, un mayor riesgo para la población", alerta Gil.
Esta situación de anomalía térmica en el Mediterráneo puede ser el detonante de episodios más intensos de la conocida como 'gota fría' en zonas que tradicionalmente lo han sufrido con mayor virulencia, como las provincias del sureste español. "Es realmente difícil que, en episodios como el de la DANA de 2019, existan construcciones capaces de retener tal cantidad de agua", explica este experto. "Por tanto, en este tipo de situaciones, conviene tener muy claro el protocolo a seguir y las prioridades que, lógicamente, son siempre las vidas humanas", continúa.
"Cualquier profesional tiene que conocer a la perfección cuáles son los riesgos a los que se enfrenta y debe estar preparado para actuar y decidir en segundos. Esto es algo que se adquiere con la experiencia, pero también con la enseñanza". En este sentido, Gil incide en la importancia de "formarse en institutos superiores de Formación Profesional, que dispone de un extenso campo de prácticas con más de 7.000 metros cuadrados en los que los alumnos se enfrentan a simulacros de situaciones a las que van a tener que hacer frente en el futuro: rescate en altura, intervención de emergencia con helicóptero, salvamento acuático…"
Ante la posibilidad de que las DANAS sean cada vez más frecuentes y violentas en la vertiente mediterránea, Gil concluye que "cada suceso de este tipo ha de servir de aprendizaje: se ha de analizar en qué se ha fallado y tratar de mejorar para que no se repitan los errores". Para ello, es necesario un amplio equipo de expertos y "dotar a los equipos de emergencias de presupuesto suficiente, puesto que escatimar en ello es recortar también en vidas humanas".