La jubilación es un derecho y como tal, no debe estar sujeto a condiciones económicas y temporales, que perjudican gravemente a las personas. La esperanza de vida no lo justifica todo. Si bien es un hecho que, de forma general, ha subido la longevidad esto no significa que esté bien éticamente subir la edad de jubilación, por razones que se pueden fundamentar muy bien. En primer lugar, son promedios estadísticos que, como es lógico, no tienen en cuenta los millones de personas que mueren antes de llegar a jubilarse o que fallecen a los pocos meses o años de haber llegado a ser pensionistas.
La subida generalizada de la edad para jubilarse es algo negativo y supone una pérdida de derechos incuestionable. En los Estados sociales y de derecho, en los que vivimos en Europa, no se puede admitir que se nos trate como simples números. No todo depende de resultados económicos.
La vida y el descanso después de décadas de trabajo es algo merecido, que no puede estar sujeto a cálculos económicos que cosifican a las personas. En vez de alargar el tiempo de trabajo de los contribuyentes o ciudadanos, lo que corresponde es poner una edad máxima de jubilación de 65 años. Esto es lo racional.
Se pueden subir las cotizaciones para tener más años de jubilación. Es la solución más justa y coherente. Porque, si no es así, habría que entrar en una dinámica que nos llevaría a que la gente se jubile a los 70 años o a edades superiores, en los próximos años o lustros. También es cierto que los Gobiernos pueden dejar que los ciudadanos que lo deseen se jubilen de forma voluntaria con más edad, con incentivos adecuados.
Además, aumentar la edad para jubilarse va en detrimento de la creación de numerosos puestos de trabajo para los jóvenes. El paro juvenil en España y en el resto de Europa es muy alto.Además, los dirigentes políticos europeos parece que no se quieren dar cuenta de que estamos asistiendo a la desaparición de muchísimos puestos de trabajo, por causa de los avances tecnológicos. En unos años cada robot cotizará por dos o tres trabajadores. Por otra parte, dentro de quince, veinte o treinta años aproximadamente no habrá trabajo, para la mitad de la población en edad de trabajar. Esta situación, que se va a producir, obligará a buscar nuevas formas de enfocar las cuestiones laborales y también a alargar los tiempos de ocio y consecuentemente a que comience antes la jubilación. Será otra vida y otro paradigma.
La renta básica universal será una realidad en los próximos años y estará presente en los países más avanzados. La dicotomía entre ocio y trabajo no será tan clara y se trabajará menos horas y menos días a lo largo de cada año. Entre otras razones, porque la inmensa mayoría de los trabajos estarán digitalizados, robotizados o automatizados.
En consecuencia, se vivirá en una nueva época, en la que la productividad se realizará por medio de dispositivos de Inteligencia Artificial y con la realidad aumentada y la comunicación y procesamiento cuántico, con todo lo que eso supone. Las ventajas para los seres humanos serán enormes, porque la vida cambiará y actividad y ocio vendrán a ser lo mismo. La conciliación entre la vida privada y la laboral se podrá lograr de una manera mucho más sencilla que en la actualidad.
En relación con la subida de las edades de jubilación en Europa también se pueden destinar más impuestos, de tal manera que la edad para ser pensionista no supere los 65 años y aplicar también, de forma efectiva, el Ingreso Mínimo Vital, en función de las necesidades sociales y para ayudar económicamente a las clases más desfavorecidas.
Las grandes empresas que obtienen astronómicos beneficios cada año también deben colaborar, con un pago de impuestos proporcional a sus ganancias. Es algo completamente entendible ya que con ganancias multimillonarias que se incrementan cada año, no se puede argumentar que son impuestos confiscatorios.
En definitiva, se trata de humanizar las condiciones de vida de las personas y que no se supedite todo al aumento de la esperanza de vida. Porque los ciudadanos no deberían tener que trabajar 43 años para poder cobrar el máximo de pensión, como pretenden los gobernantes de Francia, ya que es un requisito excesivo, sin ninguna duda. Con el desempleo y la precariedad laboral existente no se puede pretender que se tenga que cotizar tal cantidad de años.