¿Qué significa madurez emocional? ¿Cuáles son las características de una persona madura? ¿Hay una edad límite para madurar emocionalmente? ¿Todos pueden alcanzar un nivel de madurez emocional? ¿Cuáles son las pautas para trabajar la madurez emocional desde la niñez?
Juan Carlos Beato, psicólogo de Mundopsicologos, nos deja unos consejos para alcanzar la madurez emocional, y nos explica que siempre se puede crecer en desarrollo emocional, porque siempre podemos seguir formándonos, conociéndonos y podemos vivir nuevas experiencias: la capacidad de superación y crecimiento del ser humano es absolutamente extraordinaria.
¿Qué significa madurez emocional?
"La madurez emocional es la capacidad para comprender, gestionar y asimilar nuestras emociones, y también las de los demás. También podría definirse como la capacidad de adaptarnos a las situaciones muy intensas emocionalmente. Tiene mucho que ver con una de las virtudes cardinales: la fortaleza; o como se le llama ahora: resiliencia. La resiliencia es la virtud que nos ayuda a soportar, asimilar y afrontar mejor los sufrimientos, crisis, traumas y dificultades de la vida", afirma el psicólogo Juan Carlos Beato.
Cuáles son las características de una persona madura
"Una persona madura emocionalmente es, en pocas palabras, una persona fuerte. Y en muchas palabras es feliz, segura de sí misma, más empática y simpática, nos hace sentir bien, trabaja bien en equipo, rinde mucho más… y normalmente es más creativa, acierta más en sus decisiones, etc... Tiene muchas ventajas muy positivas y humanas. Pero para mí, la principal palabra es fuerte. Porque casi todas las dificultades de la vida son, en el fondo, dificultades emocionales; y la persona madura emocionalmente las soporta sencillamente mejor. Porque lo peor de sufrir una enfermedad, o cualquier desgracia, no es tanto las consecuencias que ella tiene sino la ansiedad que nos provoca, la frustración, el desánimo, el vicio por compararnos con el vecino —a quién parece que le van mejor las cosas— y entonces nos sentimos inferiores, etc. Como dicen las abuelas: es peor pensarlo que pasarlo, y en el fondo tienen razón: el peor sufrimiento es el mental.
La persona emocionalmente madura se adapta muchísimo mejor a estas crisis. Y sufre menos. A veces parece incluso que ni las sufre. Y son muchos los ejemplos que hemos visto de esto en la historia de tantas personas admirables. Personas que no temen la precariedad, la enfermedad o la soledad. E incluso saben encarar el maltrato y no se quiebran fácilmente ante él. Porque saben que la verdadera felicidad y la verdadera fortaleza están en el interior y saben sacar lo mejor de ellos mismos en el momento crítico. ¿No es extraordinario?", sigue el psicólogo.
¿Hay una edad límite para madurar emocionalmente? ¿Todos pueden alcanzar este nivel de madurez?
"No hay una edad límite, pero sí hay unas edades clave que suelen marcar una diferencia importante: la infancia y la adolescencia. En especial la infancia. Lo cual es lógico, puesto que son las edades en la que nos estamos desarrollando en todos los aspectos, también en el emocional: el apego, el autoestima, las tendencias de la personalidad, la forma de pensar, el sistema de valores, etc. todo esto se germina en la infancia y se conforma en la adolescencia. Pero siempre se puede crecer en desarrollo emocional, porque siempre podemos seguir formándonos, conociéndonos y podemos vivir nuevas experiencias. De hecho, la capacidad de superación y crecimiento del ser humano es absolutamente extraordinaria", afirma Juan Carlos Beato.
¿Se puede trabajar la madurez emocional desde la niñez? Pautas para empezar
"¡Por supuesto! Desde el comienzo del embarazo, empezamos a ser influidos emocionalmente. Es algo inherente al ser humano. Realmente, la pauta más sencilla e importante está en el ser: si los padres somos maduros emocionalmente, enseñaremos a nuestros hijos a serlo, de forma natural y muy eficaz. El ejemplo es lo más importante: que los padres se quieran a sí mismos y entre ellos. Lo demás es secundario.
La mayoría de los hijos con problemas emocionales, los tienen porque los tiene su entorno más cercano: padres, maestros, y a veces familiares, compañeros, o cuidadores. Porque la realidad es que la mayoría de los adultos no han madurado del todo emocionalmente. Y los complejos se trasladan muy fácilmente a los hijos. Por eso se dice que el padre que vaya a terapia quizás se la esté ahorrando a sus propios hijos.
A parte de esto, para que un hijo desarrolle la madurez emocional necesita, sobre todo, tres cosas: cariño, pasar tiempo con sus padres y que sus padres empaticen con ellos. Pues, si los padres aprenden a identificar las emociones del niño (ansiedad, tristeza, alegría, ilusión, aburrimiento, etc.), el niño aprenderá a identificarlas también adquiriendo inteligencia emocional. Y en la adolescencia, que es mi especialidad, lo importante es una buena formación en Psicología y Conocimiento Personal —adaptada a su pedagogía— y practicar deportes y artes", dice el psicólogo Beato.
Consejos para alcanzar la madurez emocional
"Para adultos, lo primero es la formación: leer y formarse sobre Psicología, emociones, Antropología, conocimiento personal, etc. Para ello, lo mejor es invertir en terapia, coaching, libros o algún curso.
Además, es esencial realizar un proceso de autoconocimiento con algún profesional con el que descubrir nuestras heridas emocionales —que todos tenemos— y aprender a compensarlas y sanarlas de raíz. Esto es vital, porque de ellas florecen la mayoría de nuestros vicios y defectos que nos impiden mejorar en muchos aspectos de manera que a veces ni siquiera percibimos.
Para la parte práctica necesitamos aprender algunas estrategias de regulación emocional, es decir, actividades que nos ayuden a reponernos y calmarnos cuando algo nos afecta mucho a nivel emocional. En terapia se aprenden técnicas concretas, pero hay también muchas actividades naturales y ordinarias que nos pueden servir de mucho: el arte, el deporte, la meditación, la religión, la naturaleza, escribir un diario, la cocina, expresar nuestros sentimientos, los animales, los voluntariados…
Aunque, en mi opinión, la mejor y la más universal es la escritura: tener una especie de diario donde pararnos a reflexionar por escrito sobre nuestra vida y sobre lo que hemos leído: cómo estoy, cómo me siento, en qué me ayudan mis lecturas, porqué me siento así, qué me preocupa, qué objetivos y deseos tengo, qué avances voy logrando, qué barreras encuentro, qué soluciones o respuestas encuentro, cómo puedo ser más feliz, etc. ", concluye el psicólogo Juan Carlos Beato.