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Candela Restaurante, reservados de altura en el corazón de Madrid

Una de las cosas que más les gustan a los madrileños a la hora de salir es el ‘ver y ser vistos’. Pero a veces, y sobre todo ahora que el distanciamiento social se ha convertido en una prioridad, se agradece encontrar en esos restaurantes que les encantan espacios privados donde sentirse un poquito más COVID free. Entre todos los que se pueden encontrar en Madrid, los de Candela Restaurante, sin duda, se llevan la palma

Se agradece encontrar en esos restaurantes que les encantan espacios privados donde urdir estrategias socioeconómicas, compartir secretos inconfesables entre amigas, entonar un cumpleaños feliz a voz en grito sin molestar a los demás comensales o, simplemente, sentirse un poquito más COVID free.

Candela Restaurante, cuenta, así, con dos reservados para 10 y 6 personas respectivamente, además de un comedor formal que puede hacer las veces de sala privada con capacidad para 20 personas y 6 más en una mesa apartada con vistas a la cocina. Para los que deseen un ambiente más abiertos, en la planta superior o planta calle se encuentra la zona de barra, con mesas altas y pantallas para ver el fútbol. Aquí funciona, en horario ininterrumpido, una carta de formato más informal que se completa con una amplia lista de cócteles tanto clásicos como contemporáneos y con actuaciones para animar el tardeo.

Candela Restaurante, que se encuentra en la zona de Hispanoamérica del distrito de Chamartín, es un restaurante hecho para los madrileños en el que se recuperan sabores, recetas y costumbres de siempre. Su propuesta culinaria respira la esencia de las auténticas casas de comidas, aquellas en las que se ponía sobre el plato el mejor género del mercado tratado con mimo artesano y sin florituras, mientras que sus diferentes espacios –barra, comedor y reservados– permiten desde disfrutar de la informalidad del tapeo y el animado ambiente del bar, hasta acoger encuentros más relajados, de tertulia y sobremesa, con la privacidad propia de las grandes mesas de poder.

Candela Restaurante supone la vuelta al ruedo de José María Ibáñez, alma de Semon durante 13 años, que ejerce aquí de chef ejecutivo aportando su dilatada experiencia en comedores de la talla de Jockey y Akelarre, su filosofía culinaria de respeto al producto y a la tradición y algunas de sus recetas más célebres, como las albóndigas con colmenillas, sin duda uno de los hits de esta nueva enseña. Al frente de sus fogones se encuentra el gallego Pedro González Rial, exjefe de cocina el algunos de los restaurantes del Grupo Oter, mientras que de la partida de dulces y de darle el toque más contemporáneo a la propuesta se ocupa su segundo, Jorge Pérez-Juste, formado en El Celler de Can Roca. Este gran equipo rubrica una cocina honesta y de temporada, que pone por delante un producto excepcional –hay anchoas de Santoña, gambas blancas de Huelva, alcachofas de Tudela, ternera asturiana, vaca vieja gallega, etc.– y donde todo se elabora en el propio restaurante.

Amén de las citadas albóndigas, en Candela Restaurante no pueden pasarse por alto la ensaladilla rusa con langostinos, las croquetas de jamón o el matrimonio de anchoas, trío que da fe del nivel culinario del restaurante. Tampoco las alcachofas crujientes, los calamarcitos de potera con mayonesa de lima elaborados con tres harinas que dan como resultado un rebozado muy especial, los huevos con trufa o la tortilla de patas estilo Betanzos. Y mucho menos deben dejar de probarse el rabo de toro –al estilo cordobés y sin harina–, sus impecables callos a la madrileña –con pata, mucho morro y el punto justo de picante–, el foie micuit hecho en casa o un académico steak tartar elaborado a la vista del cliente y acompañado de patatas suflé. Platos, todos ellos, que remiten a la memoria culinaria de la capital, a sus grandes comedores burgueses, a la cocina de los hogares y al tapeo más castizo. También sobresalen los arroces –a banda, de bogavante, de rabo de toro y boletus y fideuá negra con chipironcitos y langostinos–, las carnes –entrecot de vaca vieja madurada, Tomahawk Steak, milanesa de ternera, solomillo con foie, etc.– y los postres, todos de manufactura casera, entre los que destacan la tarta de queso, el coulant de chocolate, la tarta fina de manzana y el tiramisú.

La carta de vinos la compone una cuidada selección de 25 referencias en la que, a excepción de algunos clásicos de alta gama, apuesta por etiquetas de autor, denominaciones de origen menos habituales –Toro, Bierzo, Ribeiro, Ribera Sacra, etc.– y, en general, vinos de buena relación calidad-precio que no engrosen la factura final. Cabe mencionar también a un equipo de sala motivado y con experiencia que contribuye a redondear la experiencia.

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