Esta mañana ha fallecido en Totana un buen hombre muy conocido por todos aunque pocos lo reconocerán por el nombre que encabeza este breve artículo. Pedro Antequera era el nombre artístico de un totanero que tuvo sus años de gloria en el mundo de la copla y el flamenco. De joven era llamado frecuentemente a fiestas particulares y de pedanías haciéndose acompañar de un guitarrista e imagino que algún representante lo vería y lo metería en el mundo del espectáculo.

Destacaba por su melodía y el dominio de varios palos del flamenco sobresaliendo el fandango y, muy especialmente, el conocido como colombiana en el que era un verdadero fenómeno, y paseó su arte por teatros y plazas de toros en grandes compañías de este ramo como fueron las de Juanito Valderrama y la de Antonio Molina, teniendo una buena amistad con éste último.

Un pequeño premio de la OID tuvo la culpa de que lo conociera y pudiéramos charlar con amplitud en alguna ocasión y me fui enterando de su vida, si bien no con tantos detalles como para hacer una biografía suya, lo que hace que desconozca cómo fue su entrada en el mundo del espectáculo. También tuvo el placer de escucharlo cantar en diferentes ocasiones.

Si bien es verdad que no fue una primera figura, sí figuró en muchos carteles, grabó algún disco y hasta un compositor valenciano le hizo una canción sobre la ciudad del Turia que él cantó y la hizo disco. Durante años recorrió los escenarios hasta que consideró que era más necesario en su casa al cuidado de su esposa e hijos y silenciosamente se retiró y volvió a Totana.

Se llamaba Pedro Tudela López y era conocido por el Periquín, y hasta su jubilación lo hemos visto vendiendo números de la OID con su motico por todas partes como modo de ganarse la vida, especialmente en la puerta del Mercadona. Utilizaba la moto porque sus piernas ulceradas le impedían estar todo el día caminando por las calles como era necesario para realizar su cometido.

La última vez que lo vi estaba bastante deteriorado por su enfermedad e iba en una silla de ruedas motorizada, charlé unos minutos con él notando una enorme debilidad en su voz y gran deterioro físico.

Imagino que ahora estará sentado en una terraza celestial con Antonio Molina que beberá un wiski segoviano sin hielo en vaso largo hasta arriba y Pedro un chatico de vino tinto, cada uno a lo suyo.

Mis condolencias a su familia y mi deseo de eterno descanso porque fue un excelente hombre en la medida en la que yo lo conocí. 

Juan Ruiz García