En las últimas décadas, la sociedad contemporánea ha ensanchado las vías de expresión al ritmo de los nuevos tiempos. Estas narraciones han desplazado los limites tradicionales hacia otros términos menos frecuentados. Dentro de esta órbita se encontraría la producción de Fernando Vázquez Casillas que, desde hace años, registra fotográficamente, con la cámara del móvil, animales muertos dentro del propio devenir de la sociedad. Carreteras, ciudades, piscinas y espacios de diversa índole son los escenarios en los que el fotógrafo detiene su objetivo para hacernos partícipes de una realidad que pasa desapercibida en la cadencia frenética de la actualidad.
De este modo, el proyecto plantea la necesidad de ser consciente de esa muerte visible que, día tras día, nos empeñamos en ocultar por diferentes motivos, ignorando su propia existencia. A este respecto, desde las imágenes propuestas la pérdida se muestra como la aceptación de la propia naturaleza, esa que atañe, pese a nuestra continua negación, a la sociedad contemporánea. No obstante, puntos de vista como el que nos ocupa hacen que la biosociabilidad esté adquiriendo una enorme significación en la actualidad, aunque Fernando Vázquez no se aleja es sus postulados formales de la tradición. Sí lo hace en el terreno de lo conceptual, al proponer en sus series el reflejo de aquellos protagonistas a los que, a priori, no hemos dado mucho valor.
Por otro lado, el proceso fotográfico se prolonga en el tiempo. El artista realiza un seguimiento en el que podemos ver la evolución y, en última instancia, la descomposición de los animales. En definitiva, nos permite asistir a la extinción de su existencia, pero, a la vez, nos hace conocedores de sus huellas, de los rastros que se perpetúan ante nuestros ojos. Existe, de este modo, una reactivación de la naturaleza sin sesgo, con la honestidad de mostrar los errores o los fallos que puedan producir, aspecto que han reivindicado numerosos pensadores y teóricos, como es el caso de Donna Haraway.
La representación es en el caso de Vázquez Casillas la necesidad de expresar una serie de ideas y reflexiones que persiguen construir la realidad desde una perspectiva más completa donde la pérdida ocupa su lugar y conforma una experiencia «naturocultural», pero sin interferir, ni lo más mínimo, en las circunstancias de la situación ni en su resultado.
El centro de tensión de «Sumersión» radica en generar, paradójicamente, desde las imágenes de muerte, una atmósfera viva, orgánica, evolutiva, convirtiéndose en la respuesta sincera del aquí́ y el ahora, del desvelamiento de una realidad cercana que negamos una y otra vez.
«Sumersión» se inserta, en la obra de Vázquez Casillas, dentro de su línea tanato- estética. La inclusión del agua paraliza el instante, lo vuelve fotografiable y digno de ser observado. El agua estancada propicia ese proceso de muerte, de acabose, pero no incomoda, si no que logra la calma del que mira y trasmite cierta nostalgia al ser algo ya transitado, que forma parte de un paisaje mental, de nuestro algoritmo humano, siendo una forma de destrucción que muestra esa sociedad anestesiada ante situaciones de pérdida y el deterioro del día a día.
La instalación es el resultado de la experimentación continuada en el tiempo que ocupa buena parte de su carrera. En este orden de cosas, la deriva de estos animales le sirve para hablar de la realidad del ser humano, de su condición y de la necesidad de repensar su lugar en el mundo.