Cultura

Dvorak, Brahms (por partida doble), Schumann y Mendelssohn en los próximos conciertos de Fundación Excelentia

Los días 27 de enero y 3 de febrero con oferta de 2x1 en las entradas

La inmortal Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak es la próxima cita que propone Fundación Excelentia para el jueves 27 de enero a las 19:30 en el Auditorio Nacional de Música dentro de su ciclo Grandes Clásicos. Le acompaña el Concierto para piano y orquesta número 2 Op.83 de Brahms. Serán interpretados, como suele ser habitual, por la consolidada Orquesta Clásica Santa Cecilia bajo la dirección de Mikhail Agrest y como solista al piano el joven polaco (26 años) Szymon Nehring, ganador entre otros premios del prestigioso Concurso Internacional de Maestros de Piano Arthur Rubinstein.

Una semana más tarde, el 3 de febrero, de nuevo Brahms con su Doble Concierto para violín y cello en la menor Op.102 y la Sinfonía número 4 en La Mayor Op.90 “Italiana” de Mendelssohn, con una introducción de la obertura Genoveva Op.81, de Schumann. De nuevo será la Orquesta Clásica Santa Cecilia la encargada de darles forma, con la dirección de Harry Ogg y con las también jóvenes solistas, procedentes de Letonia, las hermanas Kristine Balanas (31 años) al violín y Margarita Balanas (28 años) con el violonchelo, que se han forjado una reputación internacional como solistas aclamadas por la crítica y son líderes en el ámbito de la música clásica. Solo falta el también violinista Roberts Balanas, el más joven de la familia, para completar un trío genial pocas veces visto.

Para ambos conciertos Fundación Excelentia ha creado una oferta especial de 2x1, de modo que se hace un 50% de descuentos en las localidades.

Un nuevo mundo

La breve estancia del checo Antonín Dvorák en Estados Unidos fue muy productiva y allí creó la pieza que se convirtió en su obra emblemática: la Sinfonía n.° 9 en mi menor de cuatro movimientos, más conocida como la Sinfonía del Nuevo Mundo. Se estrenó con la Filarmónica de Nueva York en el Carnegie Hall el 16 de diciembre de 1893 y fue recibida con grandes aplausos. La obra lanzó una nueva era de la música estadounidense y sigue siendo una de las sinfonías más conocidas y queridas de todos los tiempos. Muchos comentaristas encuentran influencias de las canciones espirituales afroamericanas y de las plantaciones del sur de Estados Unidos, aunque también la Sinfonía del Nuevo Mundo emplea elementos estilísticos que sugerían fuentes bohemias como su autor, alemanas, francesas, escocesas y otras del Viejo Mundo. El tema del tercer movimiento, por ejemplo, se asemeja a las Danzas Eslavas anteriores de Dvo?ák que se inspiró en los ritmos y el espíritu de la música folclórica bohemia. Curiosamente, Neil Armstrong llevó una grabación de la Sinfonía del Nuevo Mundo a la Luna durante la misión Apolo 11, el primer alunizaje, en 1969.

Poco después de una interpretación bastante infructuosa de su Concierto para piano n.º 1, Johannes Brahms se propuso escribir un segundo concierto diferente. Tardó 20 años en hacerlo y finalmente en 1881 pudo anunciar a Clara Schumann: “Quería decirle que he escrito un pequeño concierto para piano con un pequeño y delicado Scherzo”. Aunque no todos lo acogieron bien, el maestro Liszt solicitó una partitura y luego le escribió a Brahms, "Al principio, al leer esta obra, me pareció un tono un poco gris; sin embargo, he llegado gradualmente a comprenderla. Posee el carácter fecundo de una obra de arte distinguida, en la que el pensamiento y el sentimiento se mueven en noble armonía". Irónicamente, ese “pequeño concierto” se convirtió en una pieza enorme. Está dedicado a su maestro, Eduard Marxsen. El estreno público del concierto se realizó en Budapest el 9 de noviembre de 1881, con Brahms como solista y la Orquesta Filarmónica de Budapest, y fue un éxito inmediato. En los meses siguientes pudo interpretar la pieza en muchas ciudades de Europa.

Más Brahms y Mendelssohn

Bien distinto es el Doble Concierto para violín y cello en la menor Op.102, la última composición puramente orquestal de Brahms que fue escrita en 1887, una década antes de su muerte. Brahms y el famoso violinista húngaro Joseph Joachim habían sido muy amigos durante años, pero su relación se disolvió cuando Brahms se puso del lado de la esposa de Joachim en una disputa matrimonial. Sin embargo recuperaron su relación y trabajaron juntos en la obra. La primera actuación fue privada, en Baden-Baden, con Brahms dirigiendo y con Joachim y el violonchelista Robert Hausmann como solistas. Aunque éste sigue siendo el menos interpretado de los cuatro conciertos de Brahms, su imponente fuerza, sus melodías arrebatadoras y su belleza sublime lo colocan entre los mayores logros del compositor. Los solistas de Brahms están muy separados en rango, pero él los incorpora efectivamente en un concierto que muestra sus bellezas tonales individuales y ofrece numerosas posibilidades para el trabajo en conjunto. Estas cualidades son evidentes sobre todo en los momentos iniciales del concierto.

Completa el conjunto musical que ofrece Fundación Excelentia en los próximos días con la Sinfonía número 4 en La Mayor Op.90 “Italiana” de Mendelssohn. Llamada “Italiana” porque el compositor pretendía evocar las vistas y los sonidos de Italia. Su movimiento final, que se encuentra entre la música más fuertemente dramática que haya escrito el compositor, incluso utiliza los ritmos de las danzas napolitanas. La sinfonía se estrenó en Londres el 13 de marzo de 1833. El trabajo fue un gran éxito y Mendelssohn lo describió como "la pieza más alegre que he escrito hasta ahora... y lo más maduro que he hecho".

La obra, en efecto, realiza un recorrido musical por distintos lugares de Italia. Por ejemplo, el movimiento de apertura extrovertido podría traer a la mente una animada escena urbana, tal vez de Venecia. El reverente segundo movimiento probablemente representa a Roma durante la Semana Santa, ya que las cartas de Mendelssohn revelan que quedó impresionado por las procesiones religiosas que presenció. El tercer movimiento, un elegante minueto que recuerda lejanamente a Mozart, sugiere un bello palacio renacentista florentino. El cuarto y último movimiento no necesita especulación. Sin duda, representa una escena rural del sur de Italia, ya que fusiona dos estilos de baile folclórico muy animados: el saltarello y el tarantela. En el final desinhibido de la sinfonía, Mendelssohn, tan profundamente disgustado con la música de concierto italiana, mostró su reacción favorable a la música folclórica del país.

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