Cultura

El megalitismo

Resulta muy interesante que en la isla de Menorca exista un gran complejo megalítico, ya que era el punto más alto de ese paradisiaco valle del Mediterráneo

DATOS Y CITAS

Cortesia de: Principal » Bitácoras » marfvader's blog

Hace unos cinco mil años, por alguna razón determinada, los hombres de Europa empezaron a levantar grandes estructuras de piedra. Algunas servían como sepulcros. Otras eran señales sobre el territorio. Otras, templos y centros para observar el cielo. Construyeron durante casi tres mil años. Y después, sencillamente dejaron de hacerlo.

El megalitismo es un fenómeno difícil de entender. Los hombres que idearon estas obras desaparecieron hace mucho tiempo. Y con ellos se perdió el significado de las gigantescas estructuras, sólo perduraron las construcciones en sí, y algunos objetos y sujetos depositados cerca, bien por accidente, bien de forma intencionada.

Estos son los únicos testimonios con los que cuenta la arqueología para tratar de entender el sentido de los megalitos. Sólo a través del estudio de los objetos y las estructuras se puede llegar a alguna conclusión. Y aunque podemos estar más que orgullosos de lo que sabemos acerca de estas gigantescas obras de piedra, sigue siendo un conocimiento vago e irresoluto. Sigue siendo una suposición en vez de una certeza. El megalitismo sigue siendo un misterio.

El significado de la palabra «megalito» es bien conocido por todos: piedra grande. Se acuñó este término por razones obvias a finales del siglo XIX, en los años infantiles de la Prehistoria. Pero los curiosos franceses y británicos que comenzaron a interesarse por los megalitos en aquella época no eran los primeros investigadores ‘históricos’ del fenómeno. Las estructuras fueron tan evidentes para las poblaciones posteriores a su construcción que en muchos casos los monumentos se han incorporado al paisaje cultural. Los celtas los usaron como templos.

Los primeros cristianos, como capillas clandestinas. Y la gente que vino luego, sencillamente no se preocupó por ellos. «Siempre habían estado ahí».

No fue, como digo, hasta finales del siglo XIX cuando el hombre se interesó por estas construcciones desde un punto de vista científico.

¿De dónde venían? ¿Quién las construyó? ¿Cuándo se levantaron? A pesar de que los padres de la arqueología eran muy inquisitivos, las respuestas a estas preguntas estaban fuera de su alcance. Simplemente, carecían de los medios necesarios para contestarlas. Se pensó, por ejemplo, que los habían levantado los druidas y que en ellos se sacrificaban víctimas en honor a los dioses. Alguno aventuró que eran obra de los neandertales, mero refugio. Y también hubo quien pensó que habían caído del cielo (una teoría que se reciclaría en los años 60 del siglo pasado con el creciente interés por lo extraterrestre).

Pero, por supuesto, también se fabricaron hipótesis más coherentes, como que los megalitos europeos eran copias de la arquitectura aquea.

Algunas construcciones se parecían, si no en el estilo, al menos en la morfología. Y aunque el Egeo y el norte de Francia son lugares bastante alejados, todos sabían a estas alturas que hubo una expansión helénica por el Mediterráneo. Era razonable pensar que los dos fenómenos podían estar emparentados. Seguramente, cuando los primeros prospectores de metales llegaron a la Península Ibérica, trajeron consigo sus modelos de arquitectura. Y una vez arribada a España, ésta se extendería hacia el norte, hasta la mismísima Irlanda, gracias a los contactos entre las tribus y los reinos. Es la llamada teoría orientalista.

Con el paso del tiempo, se perfeccionó esta hipótesis y se acopló mejor a los planteamientos científicos del momento. Hasta hace muy poco, la idea mayoritaria entre los profesionales era que el “megalitismo” fue un fenómeno ‘bastardo’ de la arquitectura del Bronce del Egeo.

Sólo cuando aparecieron los modernos métodos de datación absoluta, se pudo comprobar que esto no era cierto.

Las dataciones con C-14 demostraron que los supuestos precedentes mediterráneos, egeos y orientales eran mucho más recientes que los megalitos atlánticos. Tan  recientes que, de hecho, había que considerarlos aparte. Desde este momento, quedó claro que la arquitectura aquea y otras construcciones orientales no formaban parte del fenómeno megalítico. El mapa del megalitismo sólo incluía ahora la Europa occidental.

La datación también excluía otras formas de arquitectura y otros territorios: las Baleares y Cerdeña, como se puede apreciar en el mapa. Estas islas produjeron algunos fenómenos arquitectónicos interesantes, con ciertas similitudes al megalitismo. Pero de cronologías muy posteriores. Y probablemente, con funciones y significados diferentes.

La siguiente cuestión, ahora que se podía establecer la edad de los megalitos, era averiguar cuáles eran los más viejos, cuáles los más recientes. Y aunque los resultados pronto dieron un vencedor, hay que aclarar que las cronologías más antiguas están muy próximas entre sí, por lo que no es posible hablar de un megalito «precursor» o un primer fenómeno megalítico.

Las construcciones de Carrowmore (Irlanda) son las más antiguas de todo el continente.

Al contrario de la mayoría de estructuras megalíticas, que suelen asociarse casi invariablemente a sociedades neolíticas o posteriores, las de Carrowmore parecen estar relacionadas con concheros de grupos cazadores-recolectores epipaleolíticos. Y aunque hay indicios de que estos grupos acaban de iniciar las prácticas ganaderas, los expertos suponen que su cultura sería aún esencialmente paleolítica o mesolítica.

La primera imagen es de la tumba número 4 de Carrowmore, que se ha fechado alrededor del 4700 AC.

Se trata del mayor cementerio de tumbas megalíticas de Irlanda y es también uno de los más antiguos del país, con monumentos con entre cinco mil quinientos y seis mil quinientos años de antigüedad. Los arqueólogos han identificado más de 60 tumbas.

Casi todos los megalitos de la región, unos cuarenta, parecen haber funcionado como tumbas. Algunos restos presentan muestras de descarnación previa, cremación de los cadáveres, sacrificios rituales y prácticas de canibalismo. Así pues, se alternan prácticas paleolíticas (como el canibalismo) con algunas postpaleolíticas (como la cremación), lo que acentúa aún más la situación de tránsito cultural en la que se hallaban los grupos de la región.

Sería lógico pensar que los siguientes megalitos aparecieron en Gran Bretaña. Pero no es así. Las fechas más antiguas después de Carrowmore son las de la Bretaña francesa: Gaignog (4700 AC), Kerkado (4700-4500 AC) y Barnenez (4500 AC).

Este último, el túmulo de Barnenez, es inusualmente grande, con once cámaras sepulcrales colectivas. Del mismo modo que sucedía con Carrowmore, los grupos humanos que levantaron estas estructuras aún están fuertemente arraigados en la ideología y la economía del Paleolítico. Un hecho interesante que más tarde mermaría las teorías difusionistas sobre la expansión del fenómeno megalítico. No es hasta Saint-Nazaire (4000 AC), también en la Bretaña, cuando los megalitos se asocian a yacimientos tarde-noisienses, en vías de cambio hacia una economía de producción.

Los sepulcros de Gavrinis, en Morbihan, son de cronología y características similares. Pero con una diferencia notable, grabados y bajorrelieves en el interior de las tumbas:

A partir de este momento, será normal encontrar grabados y pinturas, figurativas o abstractas, en la mayoría de construcciones megalíticas (especialmente en los sepulcros).

CONCLUSIONES:

Una vez más estamos ante la explicación de siempre que estas construcciones fuera de todo contexto, son tumbas. Lo primero que habría que demostrar para hacer esa afirmación es cómo fue construida por hombres primitivos que no conocían la rueda ni el cobre. Y como eran capaces de mover grandes piedras de decenas de toneladas y por qué. Y también cómo es posible que tuviesen un sentido religioso tan grande, como para embarcarse en una obra para la que no tenían los conocimientos necesarios.

Pues si no somos capaces de averiguar cómo se construyo “eso” habrá que pensar que hay algo que se escapa.

Nos hemos parado en este monumento megalítico por las marcas que hay en las piedras interiores. Marcas que a todas luces no pudieron haber sido hechas con otras piedras, y también por el complicado diseño para la mente de aquellos hombres.

Lo que sin duda llama la atención son estas marcas, iguales a las marcas del templo de Kailash; a las del moái de la isla de Pascua, iguales a las de los canales de Angkor Wat y también a las marcas de Petra y a las de la isla de Menorca, que parecen haber sido hechas con cinceles y siempre están asociadas a ablandamiento de rocas. Si bien aquí están formando diseños ornamentales. Por lo que todos estos lugares están relacionados, aunque la arquitectura del templo de Kailash, por ejemplo y la de los dólmenes no tenga nada que ver. Sí tiene que ver la función que desempeñaban que en el caso de los dólmenes era repoblar la zona de animales y por tanto este lugar tenía esa misma función.

El que estos lugares hayan sido utilizados como enterramientos, quiere decir que los seres humanos que también poblaban la zona vieron la asombrosa función que tenían esas construcciones inexplicables, también para ellos. Y cuando un ser querido fallecía lo colocaban en esos lugares mágicos con la esperanza de la resurrección. Aunque la arqueología oficialista se empeñe en ver que algunos restos presentan muestras de descarnación previa, cremación de los cadáveres, sacrificios rituales y prácticas de canibalismo.

Rafael Alfonso Alfaro García.

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