Las imágenes son signos y, según la definición clásica del filósofo Charles Sanders Pierce, "un signo es algo que está en lugar de otro algo para alguien". Parece una definición enrevesada. Pero si cogemos una imagen, cualquier imagen, podemos ver que no es tan complicado. Un cuadro de Cezanne, por ejemplo. Uno de sus famosos bodegones con manzanas. Esa imagen que, gracias a mi indicación ahora mismo recordamos, es algo nos remite a otro algo: la fruta "real". Reconocemos ese algo en el cuadro por otro algo que hemos experimentado. Nosotros somos ese alguien de la definición que lee la imagen, ya sea en el museo ante el cuadro, ya sea en nuestra mente como recuerdo de esa imagen vista en un libro, por ejemplo, y al leerla estamos realizando una operación semiótica. Una operación que es borrosa y no tiene fronteras ya que, en efecto, ese cuadro puede crear a su vez nuevos signos, es decir, "algos" que remiten a otros "algos" como, por ejemplo, el olor de las manzanas en casa de nuestros abuelos, otro cuadro con la expulsión del Paraiso de Adán y Eva, un logo de una conocida marca de ordenadores... Las imágenes se dispersan en sus referencias en función de contextos culturales o biográficos.
Mi trabajo trata sobre todo esto. Mis imágenes se construyen con lecturas y relecturas de otras imágenes. Unas biográficas, otras culturales. Pero a pesar de ello, a pesar de que cada espectador no tiene las mismas referencias, las imágenes actúan incansablemente. En un primer instante, reconociendo objetos y, en planos sucesivos, atribuyendo a esos objetos unas cargas de referencia más o menos personales. Todos somos creadores de imágenes, distribuidores de imágenes, consumidores de imágenes. Está en nuestro ADN. Diría que es la esencia misma del ser humano.
El tiempo actual, el tiempo en el que vivimos, parece ser el tiempo de las imágenes. Han proliferado, se producen y se comparten de forma creciente. Pero al mismo tiempo, parece que se vacían de contenido. Este proceso semiótico que aludía en el que las imágenes se "llenan" tiende a desaparecer en un proceso en el que las imágenes se "vacían”.
La Alicia de Lewis Carroll es un signo literario que opera sobre nosotros de la misma manera, presenta algo en lugar de otro algo. El dios Cronos de la mitología griega vuelve a ser un signo literario que también solemos reconocer. Ambos signos se han extendido por el campo de las imágenes profusamente. El conejo blanco que lleva su reloj y que corre acelerado hacia el hueco del árbol sería el punto de unión de esas dos imágenes.
La serie de cuadros que tengo el gusto de presentar en la galería de Sofia en Murcia se zambulle en ese universo de referencias que se multiplican y se extienden en un proceso, que como decía al principio, no tiene limites. Espero que en esos cuadros se vean imágenes llenas y que los espectadores las acaben de llenar.
En esta exposición presento algunos lienzos pero también obra en papel. La idea para mi siempre ha sido hacer accesibles mis imágenes a la gente.
Alfons Freire
Alfons Freire (Vigo, 1960) ha estudiado Filosofía e Historia del Arte en Barcelona, Múnich y París. Ha sido profesor en la Universitat Autónoma de Barcelona y de la escuela Eina, entre otros centros educativos. Profesionalmente dirige dos empresas de diseño editorial, una dedicada al papel y la otra al digital, con clientes en Europa y América.
También promociona el espacio cultural CUBO en el centro de Vigo y es el editor de los cuadernos de cultura visual Tantas Imaxes.
Como pintor ha trabajado siempre con lienzo y pinceles, hasta que hace cosa de dos años emprendió una nueva ruta en el medio digital. En ese momento su estudio se convirtió en la pantalla de una tablet. Es un nuevo campo de investigación en el que las imágenes pueden desarrollarse, entrecruzarse, interpenetrarse con gran versatilidad. Sus trabajos digitales vuelven luego al mundo físico gracias a las técnicas de PrintArt. Todas sus obras tienen una tirada limitada de cinco ejemplares.