La conmemoración de la victoria de las tropas cristianas sobre las musulmanas acabó convirtiéndose en desfiles conmemorativos, celebrados, de forma esporádica, al menos, desde el siglo XV. Solían realizarse para conmemorar festejos reales, visita de un Comendador... Sabemos que tuvieron lugar en Murcia, Lorca, Alhama, Calasparra, Caravaca, Cehegín, Jumilla, Mula y Yecla. Con el tiempo acabarán desapareciendo, siendo retomadas, en el siglo XIX por Caravaca, que marcará el paso para su recuperación, ya en el siglo XX, de otras localidades.
Las tropas catalano-aragonesas de Jaime I y las castellanas de Alfonso X desearon conmemorar, pasado el tiempo, sus victorias, entre ellas la reconquista de Murcia acaecida a comienzos de 1266. Es muy posible que en sus comienzos no fuesen más que unos simples desfiles de tropas, con misa y procesión en honor de Santa María, a quien se había consagrado la mezquita aljama de Murcia, pero con el correr del tiempo, se les fueron añadiendo otros elementos hasta convertirse en una especie de representación teatral de la lucha entre moros y cristianos. Este proceso debió ser muy similar en todo el Levante.
Pese a las profundas raíces históricas de la fiesta, llama la atención las escasas investigaciones y publicaciones existentes. De modo que como este fenómeno debió ser común a muchas poblaciones de Murcia, con el presente estudio pretendemos realizar una aproximación a la interesante tarea que puede representar este tipo de investigación.
Una característica importante es que este tipo de festejos no se celebraban anualmente, sino que servían para conmemorar algún hecho importante o agasajar alguna visita ilustre. Otra cuestión a resaltar es que, de momento, en ninguna localidad costera murciana existen referencias históricas de alguna conmemoración o celebración sobre moros y cristianos, concentrándose éstas en el interior de la Región: Murcia, Lorca, Alhama, Calasparra, Caravaca, Jumilla, Mula o Yecla.
Interesantes fueron las celebradas en Lorca en el siglo XVI, únicas diría yo, ya que se celebraban con auténticas batallas, con castillo de madera, casi a tamaño natural, llegando a producirse heridos en el fragor de las batallas simuladas. A destacar las de Caravaca, que remontándose también al siglo XVI, en un primer momento, llegado el siglo XIX las retoman y llevan celebrándose cerca de 170 años, casi ininterrumpidamente.
Las Actas capitulares de la ciudad de Murcia fechadas en marzo de 1426 aportan un interesante dato. Con motivo de la fiesta de aniversario del rey Juan II, se organizó una celebración, que se repetiría en diversas ocasiones, durante la primera mitad del siglo XV, en las que se incluyeron pasacalles con músicos y pendones “junto a los cuales desfilaba un cuantioso número de juglares, moros y cristianos”. Por cierto, que estos moros no eran sino moriscos procedentes del Valle de Ricote que cobraban por su participación, viniendo en ocasiones otros moriscos de Lorquí. El 7 de marzo, festividad de Santo Tomás de Aquino, era el cumpleaños de Juan II celebrado por la ciudad de Murcia “por serviçio de Dios e onor e alabança del dicho santo e onrra del rey” con una “solepne proçesion general e se sacan e llevan los pendones del dicho señor rey e de la dicha çibdad e de los ofiçiales e menestrales della”. Junto a los cuales desfilaba un cuantioso número de juglares, moros y cristianos, que el mayordomo o algún oficial se encargaban de buscar y contratar.
Estos juglares y danzarines, al son de sus trompas y tambores animaban las calles murcianas y su fama, atraía a gentes forasteras a participar en ella o simplemente a venir a Murcia, ver pasar el cortejo y disfrutar del ambiente danzarín y zumbón que imperaba. Bien expresiva es la frase del racionero Manuel Portes: “es mucha honra de la dicha çibdad e pro de las sus rentas por venir a la dicha fiesta muy mucha gente de fuera parte”. De Ricote se contrató a los trompeteros Hamete, Ali Garache, Çad Azen y de Blanca a Abdalla. El juglar Hamete, aparte de tocar la trompa fabricaba dicho instrumento.