Tras la tradicional "Vestida de los Niños", celebrada como cada año la noche del 4 de enero y que ha contado en esta edición con la asistencia del pintor murciano Pedro Cano, más de 10 imágenes visitarán todas las viviendas del municipio el viernes día 6
La Hermandad de las Ánimas de Abarán tiene todo preparado para festejar la "Noche del Niño", una de las celebraciones más arraigadas y populares de nuestra localidad. El pasado martes, 4 de enero, se celebró la tradicional "Vestida de los Niños", que contó con la asistencia del pintor murciano Pedro Cano. Este acto se viene realizando desde hace algo más de una década en la vivienda particular del presidente de la Hermandad, Bienvenido Molina Vargas y en el que se da cita un gran número de personas.
6 de enero, Fiesta del Niño en Abarán
Tras la Santa Misa que será oficiada en la Parroquia de San Pablo a las 11 de la mañana, las imágenes visitarán la Residencia de personas mayores y viviendas de enfermos. Por la tarde, más de 10 imágenes continuarán visitando todas las viviendas de la parte alta del casco urbano, incluidas las de las pedanías de San José Artesano, Barriada Virgen del Oro y Hoya del Campo.
Uno de los momentos más emocionantes que se vive en la localidad es la salida de las imágenes portadas por los animeros desde la Parroquia de San Pablo alrededor de las 20.00 horas, para continuar bendiciendo las casas del municipio ubicadas en las calles próximas a la parroquia y del centro de la localidad.
Una vez adorado el Niño en todas las viviendas, los animeros junto a las imágenes se reúnen de nuevo en la Parroquia de San Pablo, ya entrada la madrugada, para despedir hasta el año próximo esta tradición que cada vez más atrae a mayor número de visitantes.
José David Molina Templado, cronista oficial de la Villa, se refiere a esta tradición como un acto sencillo: "El portador de la imagen- señala- entra en la vivienda diciendo El Niño Jesús en esta santa casa; se dirige al cabeza de familia que contesta Bienvenido sea y lo ofrece para que deposite un beso a sus pies. Después va haciendo lo mismo con todos los presentes, que suelen ser familiares y amigos […] y tras ofrecerlo al último, se despide con un hasta el año que viene".
Molina explica que el origen de esta costumbre hay que buscarlo en las peticiones de limosnas que los animeros hacían para ofrecer misas y luz a las almas del purgatorio. La adoración a la imagen del Niño se ofrecía a cambio de limosna. A comienzos del siglo XX ya existía una conciencia de unidad familiar que esperaba la imagen del Niño.
El cronista nos explica que, hasta cierto punto, resulta controvertida y paradójica la dualidad entre la Cofradía de las Ánimas y la Fiesta del Niño, pues las ánimas están directamente relacionadas con los fieles difuntos y el purgatorio- es decir, con la muerte-, y el Niño, por su parte, es el comienzo de la vida de Jesús. "Podría tener cierto sentido- explica- argumentando que la muerte es el principio de la vida eterna; será como nacer de nuevo".
"El fin único y último- continúa- de las cofradías de ánimas era ayudar al tránsito de las almas por el purgatorio. Para ello, recaudaban fondos suficientes para decir misas y quemar aceite como símbolo de luz […]. Los hermanos salían casi todos los domingos y días festivos a pedir limosnas de casa en casa por el pueblo. Esta continuidad debía crear cierta rutina que influía negativamente en las recaudaciones y para evitarlo, recurrían a buscar un pretexto con el fin de no pedir la limosna directamente".
En este sentido podemos pensar que el origen de la Fiesta del Niño esté relacionado con las salidas de los animeros que recababan fondos para el culto. "Ofrecer- afirma- una imagen del Niño Jesús de casa en casa para que "a cambio" de un beso, se deposite una limosna". De ahí que los acompañantes de los animeros porten alforjas que tal vez sustituyeran a las talegas de los primeros tiempos.
La teoría de José David Molina Templado nos habla del sonido de la campanilla que avisa de la llegada de los cofrades. "Es otro elemento a tener en cuenta- dice-, tal vez sea el nexo de unión entre animeros y auroros que en su mayoría solían identificarse. Los auroros rezaban el rosario al amanecer al son de una campana y alzaban sus cánticos de difuntos".